La liviandad con que se receta psicofármacos a niños y adolescentes desata alarma entre psicólogos, psiquiatras y médicos clínicos.
Tras haber pasado gran parte del año en el gabinete psicopedagógico, Tomás (9) fue llevado por sus papás a una consulta psiquiátrica por sugerencia de la escuela. Y es que el chico, además de no prestar atención a la maestra, tampoco permitía que lo hiciera el resto de los compañeros. Fue así que le diagnosticaron Déficit de Atención con Hiperactividad y le dieron a tomar Ritalina, un psicofármaco que se usa habitualmente en estos casos. El problema es que Tomás -aseguran otros médicos que lo atendieron luego-, nunca tuvo un trastorno psicopatológico, lo que tenía era un serio problema de adaptación escolar.
Aunque el chico, hijo de una familia de La Plata vinculada a la medicina, jamás llegó seguir el tratamiento que le indicaron por el supuesto déficit; no es lo que ocurre habitualmente. Lo común en los casos como el suyo es que niños y adolescentes pasen años recibiendo drogas con serios efectos adversos; pero además, que queden marcados de por vida con rótulos tan pesados como difíciles de dejar atrás.
Esto es precisamente lo que denuncia el Manifiesto Buenos Aires, un texto elaborado por un grupo de profesionales de la salud de nuestro país para el 3º Simposio Internacional sobre Patologización de la Infancia. Por medio del correo electrónico o de su sitio web (http://stopdsm.blogspot.com), el documento ha reunido en pocas semanas el apoyo de miles de psicólogos, psiquiatras y médicos clínicos que observan con preocupación las consecuencias de diagnosticar usando como base el Manual de la Sociedad Americana de Psiquiatría.
Y es que este manual -exigido por algunas obras sociales para autorizar psicofármacos, pero referente también de toda una corriente de la psiquiatría en Argentina- “promueve una peligrosa simplificación de las patologías mentales”; y de esa forma -dicen- “la detección de supuestas enfermedades allí dónde sólo hay síntomas de malestar”.
MALESTARES QUE DESORGANIZAN
” A todo chico que muestra algún malestar que desorganiza, que corre mucho, que salta, que se mueve o no presta atención, hoy lo etiquetan con un trastorno sin tener en cuenta su historia o su entorno familiar, sin indagar demasiado si ese chico no está atravesando tal vez una situación violencia o desadaptación”, sostiene el doctor José Kremenchuzky, médico pediatra e integrante de Forumadd, el grupo de profesionales de la salud que elaboró el Manifiesto.
“En vez de detenerse a estudiar la situación a la que está sometido el chico -agrega-, hoy lo que se hace es ponerle un rótulo y medicarlo. Y como las obras sociales exigen en general que esos supuestos diagnósticos se encuadren en el DSM (el Manual de la Sociedad Americana de Psiquiatría), entonces muchos psiquiatras se basan en ese manual que tiende a simplificar el enfoque”.
Lo mismo advierte la doctora Stella López, médica especialista en psiquiatría infantil del Hospital de Niños de La Plata. “Hay un abuso del diagnóstico tanto por parte de los profesionales de la salud mental como de quienes no lo son. Y ese abuso surge de diagnosticar a partir de determinados síntomas generales, sin ver la particularidad de cada chico. Porque un chico que no presta atención puede tener un Déficit de Atención o simplemente estar elaborando interiormente un situación conflictiva”, dice.
Pero lo cierto es que “no sólo los chicos que no prestan atención o son muy inquietos están expuestos a un mal diagnóstico; también algunos chicos inmaduros o que no logran adaptarse bien a sus colegios”, señala el doctor Kremenchuzky, quien asegura que el Manual de Psiquiatría reserva para ellos una batería de trastornos, déficits y disturbios mentales con sus respectivos psicofármacos.
LOS “DIAGNÓSTICOS” MAS COMUNES
Si bien el Trastorno por Déficit de Atención (ADD) constituiría unos de los diagnósticos que más indiscrimidamamente se aplica a chicos con problemas de adaptación, no es por lejos el único. Así lo señalan psicólogos y médicos, quienes mencionan además el Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD) y el Transtorno de Oposición Desafiante (TOD).
Desde el enfoque del Manual de la Sociedad Americana de Psiquiatría “ya hace años que desaparecieron los chicos distraídos o traviesos; ahora son todos chicos con Déficit de Atención”, bromea la doctora Alicia Paroni, médica psicoanalista e integrante de la dirección provincial de Promoción y Protección de los Derechos del Niño.
Con el mismo criterio, señala Paroni, “a ese chico que tiene conductas problemáticas y que antes iba a parar a un instituto, hoy se lo encaja en un diagnóstico de Trastorno Disocial y se lo medica sin importar demasiado si su conducta es respuesta a alguna forma de vulneración de sus derechos. Porque lo cierto es que así como antes se judicializaba a los niños pobres, hoy se la psicopatologiza”.
Un fenómeno similar se da en torno al Trastorno Generalizado de Desarrollo, “un cuadro que ante casi no se veia y hoy aparece por todos lados”, señala el doctor Kremenchusky, quien menciona que la prevalencia de esa patología se ha multlicado por diez sólo en las últimos décadas.
“QUE PASE EL QUE SIGUE”
¿Pero por qué se diagnostican entre los chicos cada vez más casos de Déficit de Atención, Trastorno Generalizado de Desarrollo y otra patologías hasta hace algún tiempo casi inexistentes? Para muchos médicos y psicólogos que se ocupan de ellas la respuesta está en una combinación de presiones de mercado y modalidades propias de este tiempo.
“No debemos ser ilusos: existe una clara correlación entre el Manual de la Sociedad Americana de Psiquiatría, que en cada edición suma nuevas categorías diagnósticas, y la industria farmacológica que desarrolla sus respectivas drogas”, dice Kremenchusky. “Es un problema que viene de la mano de la industria en tanto que cada uno de esos síntomas que se clasifican como patologías tienen su propia droga que los cura”, afirma Paroni.
Sin dejar de mencionar la vinculación del fenómeno con un mercado que promueve estándares diagnósticos, Stella López entiende que “diagnosticar con ligereza” es también “algo propio de nuestra época”. “Se hacen las cosas rápido, se vive rápido y se encasilla rápido. Así, al chico que en la escuela no se aviene rápidamente a los contenidos, se lo catologa a veces como Déficit de Atención”.
Tambien Kremenchusky reconoce que el fenómeno tiene una fuerte marca de este tiempo. “Es muy propia de la época la falta de médicos que escuchen a sus pacientes en lugar de atenderlos a todos igual. Pero claro, eso toma mucho más tiempo, y hoy no hay tiempo para indagar sobre su vida o, en el caso de los chicos con problemas de adaptacion, para contactarse con la escuela y plantear un trabajo interdisciplinario. Es más fácil llenar un formulario, recetar un psicofármaco y que el pase el que sigue”.
Por NICOLÁS MALDONADO