“Hoy, siete de cada 10 diagnósticos se basan en algún estudio de laboratorio”

Terminaba el año 1919 cuando el farmacéuticoJuan Antonio Sánchez convenció al Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA de que el avance de la medicina exigía otra profesión, una que vinculara los estudios médicos, fisiológicos y químicos biológicos.Fue así que se creó la primera carrera universitaria de bioquímica del país, que luego se extendió por otras Universidades argentinas y que, en Buenos Aires, tiene Facultad propia desde 1957.

“La bioquímica comenzó como una especialidad dentro de la medicina, pero evidentemente tiene características que la diferencian, y la carrera necesitaba una mayor proyección dentro de las áreas biológicas”, contó a Docsalud.com Juan Antonio Galli, gerente de planta de Stamboulian Laboratorio. Sin embargo, destacó que a pesar de esta separación académica, en la práctica, medicina y bioquímica siguen íntimamente relacionadas: “Hoy, 7 de cada 10 diagnósticos médicos se basan en algún estudio de laboratorio”.

Galli se graduó en 1979 en la Facultad de Bioquímica de la UBA y comenzó a trabajar en laboratorios de análisis clínicos privados mientras cursaba sus estudios. También hizo investigación básica en el Instituto Malbrán y fue docente universitario durante 14 años.

Para él, lograr que la interacción profesional entre bioquímicos y médicos sea tan estrecha como el vínculo entre las respectivas ciencias es una asignatura pendiente y, tal vez, el principal desafío que enfrenta su profesión en la actualidad.

“Todavía hay médicos a los que les cuesta trabajar en equipo con bioquímicos, les cuesta vernos como pares”- dijo con cierta molestia. Como ejemplo citó: “Un médico que no se especializó en diagnóstico por imágenes nunca se pondría a sacar conclusiones de una tomografía computada, se basa en el informe que le hace el especialista en imágenes para saber qué dice ese estudio. Sin embargo, muchos de esos mismos médicos creen que pueden analizar un análisis bioquímico sin ninguna preparación extra”.

Pero reconoció que el bioquímico también debe dar un paso y readaptarse para lograr conformar equipos interdisciplinarios: “Hay profesionales a los que todavía les cuesta salir, meterse en un ateneo y discutir casos con el médico tratante. Puede ser consecuencia de nuestra formación, siempre metidos en el laboratorio”.

Cecilia Ghisolfi concuerda con Galli en la necesidad de trabajar en forma estrecha con otros profesionales de la salud. Ella también egresó de la UBA y, además de bioquímica, es técnica en laboratorios, una carrera que le permitió trabajar en análisis clínicos desde el tercer año de la universidad.

“Siempre me gustó la bioquímica clínica, por su relación con las patologías y el diagnóstico de enfermedades. Al principio trabajé en laboratorios asistenciales, en sitios con internación, porque me interesaba el contacto con el paciente, el médico y otros profesionales del ámbito de la salud, y también por el aporte a la medicina”, relató Ghisolfi.

Sin embargo, cuenta que desde hace un tiempo comenzó a interesarse más por los procesos de control de calidad y decidió cambiar “la cocina del laboratorio por la gestión”. Así llegó a coordinar el Departamento de Calidad de Stamboulian Laboratorio, donde supervisa que todas las etapas que transcurren desde la solicitud de un análisis bioquímico hasta que los resultados son entregados al paciente se lleven adelante en forma correcta y de acuerdo a estándares nacionales e internacionales. “Asegurar la calidad y confiabilidad de los resultados es otro de los grandes desafíos actuales del bioquímico”, destaca.

Mientras conversan sobre los principales cambios que se fueron dando en la profesión, Galli y Ghisolfi coinciden en que las nuevas tecnologías y los métodos de análisis reposicionaron la función del bioquímico. “La automatización reemplazó el trabajo manual y los profesionales tuvimos que virar y tratar de buscar dónde insertarnos”, comentó Ghisolfi y aclaró: “Mi trabajo actual tiene que ver un poco con eso, que una máquina haga una determinación no implica que el resultado sea perfecto, tiene que haber un profesional formado y con criterio para asegurar que esa máquina tiene el control que corresponde”.

Una experiencia reciente

A los 33 años, Mariela Loschi transitó distintas ramas de la profesión. Luego de una etapa muy corta en el laboratorio clínico llegó al ámbito científico, donde trabajó por 6 años. Primero fue técnica y luego becaria en un laboratorio de la Fundación Instituto Leloir. Hace poco más de un mes presentó su trabajo de tesis y, como doctora, emprendió un nuevo camino.

“Cuando hacía investigación pensaba principalmente en mi tesis y en publicar mis resultados y me di cuenta que extrañaba sentir una responsabilidad hacia el otro en mi trabajo”. Así fue que se incorporó a Cognizant, una empresa que brinda servicios de vigilancia farmacológica, una herramienta indispensable para el control de los medicamentos en el mercado porque permite, entre otras cosas, detectar en forma temprana efectos adversos e implementar medidas de seguridad, como la modificación de prospectos o de condiciones de venta, y, eventualmente, la restricción del uso de un medicamento o su retiro del mercado. “Ahora siento que lo que yo hago hace una diferencia para alguien”, reconoció.

Loschi contó que, cuando ella se había graduado, entrar en la industria era exclusivo de farmacéuticos. “Por suerte, estamos en una época donde hay más empleo y, en una carrera que ahora ofrece más posibilidades, creo que el desafío pasa primero por tener en claro qué es lo que uno quiere hacer”, opinó.

Las expectativas para el futuro

Galli y Ghisolfi son optimistas respecto a la posibilidad de constituir en el futuro grupos interdisciplinarios de trabajo, donde el bioquímico no sólo participe en la interpretación de los resultados, sino también en decidir junto con el médico qué estudios se necesita realizar para lograr un buen diagnóstico. Galli está convencido de que esto llevaría a una mejor utilización de los recursos. “Todos los estudios significan un costo para el sistema de salud, y lograr el mejor diagnóstico posible solicitando la menor cantidad de estudios es una necesidad”, indicó.

La educación universitaria es otro aspecto de la profesión que estos profesionales creen que debe ser revisada, para adaptarse a las nuevas épocas. Destacan que aún existe una brecha importante entre la formación que brinda la universidad y lo que un graduado debe saber para ejercer la profesión en sus distintas ramas. Desde su experiencia, Loschi agrega: “Hasta hace 10 años, la carrera estaba más orientada hacia la clínica. Y aunque algunas de las orientaciones que uno puede seguir te hacen sentir el gusto por la ciencia, en otras carreras los alumnos salen mejor preparados para la investigación”.

Sin embargo, no duda en destacar que en su paso por la universidad adquirió una manera de razonar y herramientas que son útiles para desarrollarse en distintos ámbitos. “En el área de la industria, todo apunta a las empresas biotecnológicas, y me parece necesario orientar más la carrera a esa rama, para que sea más fácil transitar ese camino”.

Galli menciona también que hay una asignatura pendiente a nivel de educación de posgrado. “Los médicos tienen más de 50 especialidades reconocidas por el Ministerio de Educación, los bioquímicos, ninguna. Esto nos quita competitividad en el campo laboral”, apuntó. Y agregó que por eso, desde hace unos 25 años trabaja también desde entidades vinculadas al quehacer profesional, para generar cambios que faciliten la práctica y competencia profesional. Así, fue miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Bioquímica Argentina y, actualmente, vicepresidente de la sección primera de bioquímica del Colegio de Bioquímicos de la Ciudad de Buenos Aires. “Hubo un tiempo en que descreía de estas organizaciones y, por eso me dije ‘si lo veo mal desde afuera, me tengo que meter’”, concluyó.

Fuente: docsalud.com

La bioquímica, una profesión que todavía no cumplió un siglo de vida, se adapta constantemente a nuevos desafíos.