En la cartera educativa bonaerense analizan levantar su prohibición y aprovecharlos para algunas materias.
Aunque en el ministerio de Educación bonaerense prefieren mantener un hermetismo casi de espionaje sobre el tema, sus autoridades analizan por estos días levantar la prohibición que rige sobre el uso de teléfonos celulares en las aulas de los colegios primarios y secundarios e incorporarlos, según la materia, como un recurso para favorecer el aprendizaje.
“No queremos hablar de algo que por ahora no tiene ninguna definición -confiaron esta semana fuentes de esa cartera educativa-, pero es cierto que se está estudiando el rol de los celulares dentro de clase”. A seis años de que su uso fuera prohibido en el ámbito provincial, la idea ahora es modificar esa restricción para que, con nuevas normas aún no resueltas, los telefonitos puedan ser usados por los alumnos como una herramienta con fines pedagógicos.
SU USO
“Me parece bien que se analice el tema, pero creo que antes de eliminar cualquier restricción debe haber una formación general y una toma de conciencia que incluya tanto a padres y alumnos como a los docentes”. Quien lo dice es Cecilia Traversa, master en Psicopedagogía y directora del colegio Universitas de La Plata. Según su visión, “el celular es una herramienta de contacto social, pero su uso en clase tiene que estar bien regulado porque, de lo contrario, puede convertirse en una herramienta de incomunicación. Es interesante que se incorpore en algunas materias, pero habría que estudiar bien en cuáles y, sobre todo, las razones para cada caso”.
Lo que plantea Traversa es materia de análisis en el ámbito educativo, donde se piensa sumar al celular para las clases de Matemática o Ciencias Naturales, materias donde los dispositivos serían una herramienta para sacar fotos o grabar videos a la hora de encarar un trabajo y, de ese modo, permitir que las tareas escolares no se centren ya en la carpeta o el cuaderno tradicional sino en una presentación que incluya contenidos multimedia.
“Para eso debería disponerse de una plataforma con tecnología bluetooth y smart-phones además de las netbooks”, apunta Emilio González, director del Normal Nº2 de La Plata y para quien el uso de los celulares en clase potenciaría las distintas formas de aprendizaje. “Pero siempre centrando su uso exclusivamente a las tareas escolares y en las materias que lo permitan -aclara el directivo-. Al utilizar esta tecnología, los alumnos podrían registrarse a la sesión de clase, recibir y responder evaluaciones en línea, recibir tareas y observaciones por parte del docente, responder a encuestas institucionales, consultar notas, recibir contenidos académicos en formato de audio, consultar la programación de eventos académicos y enviar información de actividades, mientras que para los profesores su uso podría simplificar el proceso de registro de asistencia, facilitar la evaluación a los estudiantes y, entre otras cosas, documentar y enviar evidencias académicas a los teléfonos celulares de sus estudiantes”.
AULA VIRTUAL
En el ámbito educativo se reconoce que hay inquietud por intentar revertir una problemática cada día más característica de las aulas del siglo XXI: la brecha que separa a los profesores y alumnos a la hora de medir conocimientos tecnológicos (Ver “El rol…”). Pero para hacerlo, se coincide, no sólo basta con planes de capacitación docente sino que además se debe acompañar ese aprendizaje con una estructura importante en las aulas y, lo que acaso sea más complejo, un cambio radical en la manera de interpretar pedagógicamente las nuevas herramientas tecnológicas que aparecen día tras día.
“Siguen siendo pocos los docentes que tienen un conocimiento cabal de las nuevas tecnologías -sostiene Traversa-. En general, los alumnos tienen que enseñarles a sus maestros de qué se trata la cuestión. Y es algo bastante lógico: los chicos nacen en un mundo tecnológico, son nativos digitales, y eso hace que incorporen cualquier nuevo concepto de un modo natural y rápido, mientras que los profesores tienen que afrontar el desafío con varios años sobre sus espaldas sin haber agarrado tal vez una computadora en toda su vida. Pero cuidado: eso no significa que el maestro se oponga o mire con malos ojos la inclusión de nuevas tecnologías al aula. Al contrario. Lo único que se debe tener en cuenta es que todo cambio, como el que ahora se piensa con el celular, se debe hacer sobre la base de un sistema de aprendizaje con reglas claras”.
Lo que dice la especialista entra en sintonía con los datos de un trabajo realizado por el Instituto de Investigación y Planeamiento Educativo de la Unesco en nuestro país, el cual vino a revelar que el 87% de los docentes argentinos considera que la incorporación de las nuevas tecnologías en el aula ampliará las oportunidades de acceso al conocimiento por parte de los alumnos, mientras que el 78,5% piensa que facilitará su tarea al frente de una clase.
Hace algunos años, en una recordada conferencia sobre nuevas tecnologías, el pedagogo Philippe Merieu esbozó una hipótesis interesante. El experto sostuvo que lo que hoy separa a una persona de 40 años de un adolescente de 14 es equivalente a lo que separaba a siete generaciones hace un siglo. La cantidad e intensidad de cambios que se han vivido en los últimos 25 años arrojan una serie de problemas tan novedosos para los cuales parece no haber recetas previas pero sí nuevos escenarios.
Lo que ocurre con el celular es todo un ejemplo de escenario nuevo y cambiante dentro del paisaje escolar. Es probable que algo de eso haya ocurrido con la calculadora en su momento, aunque sería más apropiado, dicen quienes analizan el tema, compararlo con el impacto y revolución que produjo el libro cuando entró en la escuela por primera vez. Se trata de tecnologías que interpelan y perturban los cimientos sobre los que se construyen las relaciones pedagógicas en las escuelas.
“Los chicos no buscan la pantalla de una computadora o de un celular para aislarse sino porque ahí están sus amigos -sostiene Traversa-. Este es un fenómeno asociado también a la restricción del espacio público. Y eso el docente también lo debe tener en cuenta. Todo cambio que se presente con las nuevas tecnologías debe ser aceptado, pero hay que entender que no puede ser de un día para el otro sino de modo gradual”.
NUEVOS DESAFIOS
Mientras en la actualidad los docentes le piden a los alumnos que apaguen sus celulares al ingresar a clase, no son pocos los que desde el propio ámbito educativo reconocen que los dispositivos pueden estar a disposición del programa académico para acompañar a los chicos en el aprendizaje. Los equipos que eran rechazados por distraer a los alumnos, hoy son capaces de ofrecer, además de funcionalidades de entretenimiento y comunicación, propuestas de valor educativo.
El debate en torno al uso de celular en clase, hay que decir, se entabla en un contexto donde la proliferación de estos aparatos crece a pasos agigantados y abarca a chicos de edades cada vez más bajas. Según datos estadísticos, en 2011 se vendieron 13,7 millones de teléfonos móviles en la Argentina, de los cuales el 24% corresponden a equipos “inteligentes” que permiten nuevas funcionalidades. Además, los registros indican que existen más celulares que personas en nuestro país.
Quienes en este debate se siguen oponiendo a su utilización dentro del aula, aseguran que los telefonitos distraen la atención, molestan a los demás y le restan eficacia al dictado de las clases. De hecho, fue ese el argumento que plantearon las autoridades educativas cuando decidieron, hace ya seis años, restringir el aparato en clase. “El uso del celular en el aula debería estar prohibido, en primer lugar, porque es un elemento perturbador que rompe con los tiempos que debe tener el aprendizaje: es un elemento irruptivo”, había declarado el entonces ministro de Educación de la Nación, Daniel Filmus, cuando alentó su prohibición en distintas provincias del país.
Ahora los tiempos parecen haber cambiado. “Sabemos que hay escuelas que los utilizan con fines pedagógicos”, dijeron esta semana fuentes de la cartera educativa bonaerense, aunque prefirieron no dar precisiones sobre posibles cambios “porque el tema está en pleno estudio y hasta el momento no hay ninguna resolución”.
Aunque prohibir parezca un verbo políticamente incorrecto en educación, la restricción a los telefonitos llegó luego de que varios docentes mostraran su preocupación por la proliferación de estos dispositivos durante las horas de clase. Según lo que contaron algunos directivos escolares, desde su aparición el teléfono móvil viajó con los útiles de los alumnos y eso, dicen, dio lugar a una nueva forma de contacto entre los chicos y la casa. Por ejemplo, si el alumno se sentía mal podía convocar a sus padres para que lo saquen de la escuela sin que se enteraran los directivos. O podía hacerlo, y de hecho en un colegio secundario céntrico vieron lo sencillo que resultó, cuando una clase no le interesaba: “estoy aburrido ¿me venís a buscar ?”, fueron, palabras más palabras menos, las que usó tiempo atrás un adolescente del “Vergara” en un mensaje enviado a su madre. Atento a estas distracciones, sin embargo, Emilio González cree que utilizar servicios educativos basados en el celular “permitirá brindar herramientas de apoyo, potenciar la construcción del conocimiento y facilitar el trabajo en el aula. Pero para eso es necesario capacitar al docente y prepararse institucionalmente para este gran cambio”.
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