Buscan que los productos se ajusten a los parámetros ambientales exigidos por los mercados europeos y ante el cambio climático.
Desde una botella de vino hasta una caja de hamburguesas, cada vez son más los productos que llevan en Europa una etiqueta identificada con un pie de color verde. Esa etiqueta, que indica el impacto ambiental generado al producirlos, no sólo está definiendo ya la preferencia de algunos consumidores por ciertas marcas sino que va camino a convertirse en una potencial barrera para el ingreso de productos a los mercados europeos.
Frente a esta perspectiva, la provincia de Buenos Aires, que cada año exporta a Europa unos 820 millones de pesos en carne y cereales, comenzó a buscar la forma de que sus productos de exportación se adapten gradualmente a las nuevas exigencias ambientales europeas. Y es que “de no hacerlo, en pocos años podríamos quedar afuera de importantes mercados”, advierten desde el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS), impulsor del primer estudio sobre “Huella de Carbono de productos exportables” en nuestro país.
DEFINICION
“Huella de Carbono” es la forma en que se denomina a las emisiones de gases de efecto invernadero causados por cada proceso de producción. Por ejemplo, para determinar la huella que deja en la atmósfera producir una tonelada de soja se miden las emisiones del combustible utilizado por la maquinaria agrícola, la energía requerida para su riego, el fertilizante aplicado al suelo y hasta el tipo de transporte y la distancia desde el campo al puerto. De este modo se obtiene un número que expresa el impacto en términos de toneladas de dióxido de carbono. Pero ese impacto varía considerablemente según el tipo de proceso que se use: si la misma tonelada de soja se produce con menos fertilizantes o se envía al puerto en tren en lugar de camiones, su huella de carbono es menor. Esos esfuerzos por mitigar el cambio climático a través de una optimización de los procesos industriales son precisamente los que cada vez más consumidores buscan premiar eligiendo productos con la etiqueta de un pie color verde.
En plan de adaptarse a esta nueva realidad de los mercados, la provincia de Buenos Aires se vio en principio frente a la necesidad de evaluar el impacto ambiental de sus productos exportables. Así acaba de nacer el primer estudio hecho en el país sobre Huella de Carbono, un extenso trabajo realizado por la Facultad de Ciencia Agrarias de La Plata por encargo del gobierno provincial.
“El estudio fue hecho para evaluar el impacto que tendría sobre los productos de la canasta exportadora bonaerense el requerimiento de cálculo de Huella de Carbono por parte de sus mercados de destino. Porque si bien no existe aún una normativa unificada de validez internacional, algunos países, como Inglaterra y Francia, ya tienen muy en cuenta la Huella de Carbono y es probable que a corto plazo se convierta en una barrera comercial para los productos que importan”, explica la ingeniera Mónica Casanovas, responsable del área de Cambio Climático del OPDS.
Por lo pronto, el estudio -que en una primera etapa analizó sólo la Huella de Carbono en productos y subproductos de la soja, el trigo, el maíz, el girasol y distintos cortes de carne bovina- muestra resultados alentadores. “Por tener una ganadería basada en pasturas naturales, una agricultura extensiva con altos rendimientos y una extensa costa con varios puertos próximos a los principales núcleos productivos, la huella de nuestros productos agroganaderos se perfila en general competitiva”, comenta.
Con este resultado, la Provincia pretende determinar ahora la situación de otros productos exportables. “Ya se comenzó a analizar la Huella de Carbono de nuestras industrias láctea, automotriz, alimenticia y petroquímica, entre otras”, dice Casanovas, quien considera que hay oportunidades para aquellos productores capaces de adaptarse a las nuevas exigencias de un consumidor cada vez más comprometido con el cuidado del planeta.