Opinión: La mutación de los vicios
La Argentina arrastra todavía consigo varios de los vicios de sus décadas pasadas, sólo que bajo una mutación.
El autoritarismo de la década del setenta, la inflación de la década del ochenta y la obscenidad política de la década del noventa siguen presentes, sólo que bajo otro formato. En el primer ejemplo, y si bien afortunadamente la sociedad ha adoptado definitivamente una forma de vida democrática, en el fondo seguimos viviendo en una sociedad de características autoritarias, de doble vertiente. La primera es un autoritarismo que es ejercido desde el poder del Estado repitiendo, como en otras épocas, el ataque a los argentinos que no piensan igual. Lo demuestra, entre otros ejemplos, la agresividad con que están siendo atacados los medios de prensa no alineados con el pensamiento oficial. Se está abriendo una compuerta sumamente peligrosa en el país, al admitir socialmente la violencia militante o al admitir que se pueda hacer daño a otro argentino porque piensa diferente.
El problema de fondo es que la sociedad misma tiene también una vertiente autoritaria que hace juego con el ejercido desde el Estado: el poco apego a las normas es una forma implícita de autoritarismo, ya que supone avasallar los derechos de los demás. Por esa razón, tal vez, es que no hace demasiado ruido conceptual lo anterior. En ambos casos hay una naturalización del uso de la violencia contra quien obstaculiza mis deseos y caprichos. Efectivamente, el problema del autoritarismo social es que es intersticial antes que central, y por lo tanto no choca demasiado cuando se expresa en gran escala. El caso de la inflación, la suba de precios evidente para todo el mundo salvo para los funcionarios oficiales, son la repetición de la década de los ochenta en baja intensidad. Y finalmente la obscenidad política, que tuvo su esplendor en la era Menem, ha sido replicada en otro formato por los Kirchner. Tal vez, la obscenidad política, en la Argentina, sea provocada para excitar alguna vez a la ley, esa abstracción que desde hace años manifiesta, en nuestro país, una impotencia total.
En cualquier caso, lo que se perfila como decisivo para el futuro inmediato en la Argentina es el rol de los jueces y de la Corte Suprema, cuya modificación sí fue uno de los grandes aciertos de Kirchner. Un poder ejecutivo que interpreta los votos de octubre como una vía libre para aplanar, sin debate ni consideración de las opiniones ajenas, todo lo que no le resulta afín, sólo puede ser compensado y equilibrado por ese otro poder clave. La responsabilidad del Poder Judicial cobrará en los próximos tiempos una importancia inusitada. En particular, en las cuestiones que atañen a la libertad de prensa, que deberían estar en la primera línea de las preocupaciones de la sociedad. Pero retomando el concepto planteado al inicio, lo que muestran estos efectos de arrastre y mutación de los vicios es una curiosa resistencia al aprendizaje, una extraña sobreadaptación a lo que le hace daño, una impermeabilidad de la sociedad frente a su propio sufrimiento.
Por Enrique Valiente Noailles
