Un test genético puede anticipar qué tipo de durazno nacerá. El trabajo está a cargo del área de Biotecnología de INTA San Pedro y es otro aporte al trabajo en mejoramiento que realiza la unidad.
El reciente desarrollo tiene dos aplicaciones. Por un lado, permite saber qué cultivares de durazneros de la colección de frutales de carozo del INTA San Pedro se pueden utilizar como parentales para obtener nectarinas y predecir qué porcentaje serán duraznos y qué otro será nectarinas, es decir, qué frutos tendrán “pelos” y cuáles una superficie lisa más parecida a la manzana. Se trata de una prueba genética que determina en una planta las posibles variantes del gen que controla estos caracteres. “El test nos permite conocer si una planta tiene dos genes normales (duraznos), un gen normal y uno mutado (durazno) o dos genes mutados (nectarina). También, diseñar cruzamientos de acuerdo a los objetivos de mejoramiento; y posibilita utilizar algunos duraznos para obtener nectarinas en la descendencia, ampliando la posibilidad de incorporar otras características”, explica Gerardo Sánchez, a cargo del equipo de Biotecnología que lidera en INTA San Pedro con la incorporación de dos becarios doctorales de INTA-CONICET, Maximiliano Aballay y Florencia Soria.
La segunda aplicación permite hacer selección temprana de los individuos obtenidos a partir de las cruzas, acortando el proceso de mejoramiento. De esta forma, solo se lleva a campo los individuos seleccionados sin invertir recurso en las que darán fruto de un tipo no deseado.
Nectarina, el gen mutante
Una de las características comerciales más utilizadas para clasificar el fruto del duraznero es la presencia o ausencia de tricomas (lo que vemos como “pelos”) en su piel. Cuando no hay tricomas, hablamos de una nectarina, pelón o Prunus persica variedad nusipersica según su denominación científica. Es originaria de los países asiáticos y se diferencia del durazno principalmente por su piel, siendo más brillosa y no presentar vellosidad. Dado que su sabor se destaca por su dulzor y aroma, ambas características lo posicionan mejor que el durazno en el mercado. En muchas circunstancias, esta fruta puede llegar a crecer en el mismo árbol del durazno aunque esto no ocurre siempre, sucediendo como un brote mutado. “En todos los organismos hay genes móviles que se llaman transposones, que bajo ciertas condiciones saltan de un punto del cromosoma a otro causando mutaciones”, describe Sánchez, siendo esta la principal hipótesis del caso de la nectarina que especifica que un transposón “saltó” y cayó dentro del gen que emite la señal para que se formen pelos en los frutos, mutándolo. Es decir, que al romper o apagar el gen, dio origen a un nuevo tipo de fruto que son las nectarinas. Este fenómeno que ocurrió pocas veces y fue seleccionado por agricultores e investigadores, es el responsable de que actualmente todas las nectarinas deriven de estos pocos eventos de mutaciones seleccionados.