La tarea nacional pendiente en nuestros países es organizar un nuevo modelo de desarrollo, basado en la ampliación de oportunidades para trabajar, para producir y para aprender. Nuestros pueblos no quieren caridad sino instrumentos”, señaló Roberto Mangabeira Unger, ex Ministro de Asuntos Estratégicos durante el gobierno de Lula da Silva en Brasil, durante la primera jornada del Congreso Tecnológico CREA 2011
“El atributo más importante de nuestros países es su vitalidad. Una vitalidad desmesurada, asombrosa y anárquica. Nuestra tragedia histórica ha sido negar a ese dinamismo frustrado los instrumentos y las oportunidades para fecundarlo”, agregó el disertante. En su opinión, “la agricultura es el terreno más importante para superar esta tragedia histórica”.Agricultura y desarrollo nacional
Durante la primera parte de su charla, Mangabeira Unger ubicó al agro en el contexto de una propuesta nacional. “Lo que predominó en nuestros países en las últimas décadas fue la popularización del consumo. Un consumismo popular, sin el correlato de un desarrollo productivo”. Algunas de las consecuencias de ese proceso fueron una fuerte presión inflacionaria, el avance de un proceso desindustrializante y un creciente desequilibrio comercial. Pero lo peor, en su opinión, fue “negar instrumentos a nuestros países para ascender en la escala de la productividad. No prosperaremos siendo una China con menos gente, sino apostando a la calificación y la valoración del trabajo”.
En todo el período histórico en el que predominó como proyecto nacional la popularización del consumo, la agricultura, explicó el orador, fue vista como una mera fuente de financiamiento. “Fuente de riqueza fácil para subsidiar el consumo de las masas urbanas. Nunca fue vista como vanguardia potencial de una alternativa productiva”.
La construcción de un “productivismo incluyente” exige “lo que raramente hicimos en nuestras historias nacionales: Innovar en las instituciones, incluso en las instituciones económicas que definen a las economías de mercado”.
“No basta con regular el mercado y contrabalancear sus efectos recurriendo a políticas sociales. Es necesario reconstruir el mercado en su terreno institucional para asegurar más acceso a más mercados para más personas, de más maneras. Y la agricultura, más que una fuente de financiamiento, tiene que ser vista como el ámbito propicio para iniciar esta tarea”.
Hacia un modelo post-fordista
La esencia del sistema industrial establecido en nuestros países en el siglo pasado, explicó Mangabeira Unger, fue lo que los especialistas llamaron “fordismo industrial”. Es decir, la producción en gran escala, con procesos productivos rígidos, mano de obra semiespecializada y relaciones de trabajo muy jerárquicas y rígidas. “Eso sirvió para alcanzar patrones de excelencia fabril, pero es retrógrado en su paradigma tecnológico y organizativo. Tenemos, por lo tanto, dos tareas simultaneas en materia de reconstrucción industrial”. Ellas son:
-Superar el “fordismo tardío” y avanzar hacia formas de producción más descentralizadas, flexibles, intensas en conocimiento y orientadas a la innovación permanente.
-Organizar fuera de los centros industriales el pasaje hacia el post fordismo. Esto implica innovar institucionalmente en las políticas industriales, y fomentar entre los productores -sobre todo entre los pequeños y medianos- relaciones de competencia cooperativa. Es decir, que puedan competir unos contra otros pero cooperando para lograr economías de escala.
“Hay que romper el chaleco de fuerza que suprime la vitalidad de las naciones en vez de vitalizarla”, explicó el disertante.
El agro como vanguardia
En la segunda parte de su charla, Mangabeira Unger profundizó su visión de modelo agrícola como vanguardia de un proyecto nacional. El mismo debe tener, en su opinión, tres objetivos:
-Superar el contraste meramente ideológico entre agricultura familiar y agricultura empresarial. “No hay dos agriculturas en el mundo. Sólo hay una. El imperativo es asegurar atributos empresariales a la agricultura familiar”, expresó.
-Insistir en la industrialización, es decir, en la agregación de valor a los productos agropecuarios para poder subir su escala y su productividad.
-Construir en todo el país una clase media rural fuerte. “Entiendo que ese proyecto implica garantías por parte del Estado para lograr superar nuestra dependencia ruinosa e innecesaria del cartel mundial de fertilizantes. Los fertilizantes implican hoy el 40% del costo de los productos agrícolas”.
Iniciativas institucionales.
El “proyecto agrícola libertador”, como lo definió Mangabeira Unger, implica lograr, previamente, una serie de innovaciones institucionales:
-Organizar el extensionismo agrícola a nivel nacional.
-Popularizar el acceso a los instrumentos con los que la agricultura se resguarda contra el riesgo. “La agricultura pequeña y mediana afronta la combinación de un doble riesgo: volatilidad de precio y clima”, dijo el disertante.
Los instrumentos tradicionales para hacer frente a esta amenaza (los precios mínimos, los seguros agrícolas y el seguro de renta) están siendo substituidos en todo el mundo por una nueva ingeniería financiera de opciones. “El problema es que estos servicios sólo están disponibles para los grandes productores. El Estado debería ayudar a ponerlos en disponibilidad para los pequeños y medios productores”.
-Reorganizar los mercados agrícolas. “En nuestros países, los productores están fragmentados, mientras que los proveedores y compradores se encuentran cartelizados, por lo cual se llevan la parte del león. Es necesario radicalizar la competencia, imponiendo el capitalismo a los capitalistas. Hay que desorganizar los carteles de proveedores y compradores y usar las armas del Estado para aumentar el poder de negociación de los productores”, manifestó.
Mala imagen
Para que todo esto ocurra, es necesario evitar que la agricultura aparezca en el imaginario nacional como un grupo sectorial que a través del lobby defiende sus intereses corporativistas. Los productores agrícolas tendrían que participar en el imaginero nacional no sólo como un sector, sino como un grupo de ciudadanos que proponen las líneas avanzadas de un nuevo camino de desarrollo nacional. Esto les otorgaría el derecho a hacer dos clases de exigencias:
-Que la riqueza tributada por la agricultura sea usada para financiar la industrialización de los productos agropecuarios.
-Que se construya una asociación entre el poder público y los productores privados, para avanzar en este nuevo marco institucional liberador.
Pero para llegar a esa instancia, hay que superar la actual cultura de desencanto en relación con la política, “una cultura que heredamos del hemisferio norte, sin tener en cuenta que no somos Dinamarca ni Suiza. Nosotros necesitamos desesperadamente a la política para construir nuestro futuro”.
Superar el desencanto con la política implica instaurar en nuestros países una cultura de la rebeldía, aliada con la imaginación, y muy especialmente, la imaginación institucional.
“Dirán que falta fuerza para lograrlo; pero les aseguro que la insurgencia generará su propia fuerza. También dirán que falta esperanza: Pero la desesperanza no es la causa de la inacción, sino, principalmente, su consecuencia”, concluyó.
Fuente: mundocampo.com