Cada tanto, de manera similar al que le imprimen algunos canales televisivos con intereses particulares en el tema, aparecen los que claman contra la inseguridad y hasta imaginan ciertas “olas” que solamente existen en su imaginación toda vez que las estadísticas marcan que los hechos delictivos no son ni más ni menos que los de siempre.

No hace mucho el Dr. Eugenio Zaffaroni realizó un detallado estudio para concluir que los robos que tienen por protagonistas a menores de edad representan una insignificancia. En la conciencia popular la imagen de menores asaltando era poco menos que la del Apocalipsis.

Por estas horas, los portales de noticias de nuestra ciudad abundan en comentarios referidos a delitos y, francamente, en casos mete miedo saber que vivimos en una comunidad en la que existen ciertas personas que alardean de poseer armas y que no dudarían en usarlas, léase bien, “sin la menor piedad”. Creemos que si se les permitiera usar pistolas o revólver al cinto, como en el lejano oeste, no dudarían en hacerlo.

Están claramente definidos los que pensamos que el problema es esencialmente social y los que creen que todo es cuestión de aplicar las leyes obviando que, si así fuera, no se explica porqué la estadística criminal es más baja en los países de mayor desarrollo e inclusión social. A los que suponen que aplicando la pena de muerte no habría más delitos les decimos que, en principio, nuestro país es firmante de pactos que prohíben la aplicación de esa pena, pero además, que en los mismos EE.UU. de Norteamérica, hay estados en los cuales se aplica la pena y otros en los que no y en algunos casos el índice de delitos es más alto en los que rige la inhumana ley que en los que no existe.

Hemos observado, también, que muchos parecen ignorar que el medio en el que se nace y se crece es el mismo, cómodo, confortable y con todo al alcance de la mano o a pedir de boca en que les tocó en suerte vivir a ellos, sin tener ni siquiera conciencia de que en varios de casos, de no ser por la ley de la herencia otro gallo cantaría.

Teniendo en nuestro país destacados juristas que han dedicado años de sus vidas a estudiar el problema y a publicar sus conclusiones, en lugar de leer y debatir acerca de cómo intentar una solución, se calzan el uniforme, se abotonan prolijamente la camisa, parda o negra, según el gusto y arremeten a ciegas contra el delito sin dejar títere con cabeza.

Es cierto que algo hay que hacer. Es verdad que no se puede dejar todo a la buena de Dios y sentarse a esperar que los años pasen y todo se solucione; lo que preocupa es la impiedad, las reacciones verbales de mayor violencia que los hechos que se condenan.

Se lee reiteradamente entre otras cosas, que los derechos humanos son para los delincuentes y es verdad, pero la frase correcta es que los derechos humanos son para todos. Para los que delinquen y para los que no. De no ser así, la sociedad que integramos en nada habría mejorado, sería la las guerras civiles, cuando se fusilaba por gusto y se degollaba por deporte, sería la del Antiguo Testamento, cuando era ojo por ojo y diente por diente y de esa manera, tal como lo dijera Gandhi, en poco tiempo nos quedaríamos todos ciegos.

GM