¿Mi hijo tiene ADD?

Jul 18, 2013
18 de julio de 2013

¿Mi hijo tiene ADD?

Considerado un trastorno del aprendizaje porque repercute fuertemente en el aula, el déficit de atención (con o sin hiperactividad) afecta a numerosos chicos y puede poner en jaque su escolaridad y su vida afectiva. Las claves de un buen diagnóstico y tratamiento

El doctor Claudio Michanie, médico psiquiatra, jefe de la sección Niños y Adolescentes del departamento de Psiquiatría del Cemic, y la doctora Andrea Abadi, médica del Servicio de Salud Mental del Hospital Italiano y miembro de la Asociación Argentina de Psiquiatría Infantil, responden a distintos interrogantes sobre el tema.

Michanie puntualiza que “es difícil reconocer este trastorno porque los niños son vitalmente movedizos. Entonces, hay que estar atentos a cuatro conductas: si el chico es muy inquieto (no solamente en el juego, sino siempre), si es impulsivo y también ansioso o impaciente. Un claro ejemplo es aquel chico que no puede esperar su turno para patear la pelota o el que está todo el tiempo inquieto en clase. Y, finalmente, el síntoma más importante, la cuarta conducta: si le resulta muy difícil mantener la atención”.

Abadi agrega que algunos indicadores se pueden observar antes de la escolarización, “en pequeñas inquietudes dentro de casa, distracciones permanentes, tamborileo de los dedos o movimiento incesante de extremidades”. Y agrega: “Para diferenciar un ADD de una ansiedad o depresión se requiere de un diagnóstico, y la situación se complica porque los chicos responden a estímulos fuertes, o interesantes o nuevos para ellos; por eso los atrapan tanto los jueguitos de la computadora. A veces se cree que tienen problemas emocionales, o que son contestatarios, o desganados, y entonces sobrevienen los diagnósticos débiles. Y ocurre lo peor: se supone que va a pasar solo y no se hace nada”.

En materia de definiciones, Michanie explica que “el trastorno por déficit de atención (ADD) describe un grupo de desórdenes crónicos neurobiológicos que afectan la capacidad de la persona para focalizar y sostener la atención, y en algunos casos, el control de la impulsividad en el comportamiento. Esto se vincula con la activación, durante el estudio o aprendizaje, del lóbulo de la ínsula, que es el área de la corteza cerebral que se pone en marcha cuando la persona sufre”.

Por su parte, la doctora Abadi agrega: “El ADD tiene origen genético. La clínica tradicional plantea que es algo emocional, y esta discusión es estéril, porque el chico queda marginado por cuestiones –si se quiere– ideológicas. Entonces, los papás deambulan sin saber en qué creer ni adónde ir. Tenemos mucho miedo de los rótulos y por eso, a veces, descartamos el diagnóstico, algo que puede ahorrar tiempo, terapias interminables y, sobre todo, infelicidad”.