Muchos años atrás los arquitectos celebraban su día el 8 de noviembre, en coincidencia con el “Día Internacional del Urbanismo”, que conmemora la última reunión del Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, realizado en Atenas en 1933.
Posteriormente se sumó el 1º de Julio, como el Día del Arquitecto Argentino, fecha que tiene su origen en 1985, cuando la UniónInternacional de Arquitectos (UIA) dispuso establecerla como Día Internacional de la Arquitectura, recordando así la fecha de creación de esta entidad, realizada en Suiza en el 1° de julio de 1949.
Pero, en 1996, una nueva asamblea de la UIA decidió trasladar el festejo del Día Internacional de la Arquitectura al primer día del mes de octubre, con el objeto de hacerla coincidir con el Día Internacional del Hábitat, intentando con ello, fortalecer la responsabilidad de los arquitectos, en la construcción de ciudades y comunidades más saludables. En octubre quedó establecido entonces, el Día Internacional de la Arquitectura y el Hábitat Humano.
No obstante este cambio a nivel internacional, la Federación Argentina de Entidades de Arquitectos (FADEA) decidió mantener en nuestro país, el Día del Arquitecto Argentino el 1º de julio, por hallarse ya enraizado en el Calendario Festivo Local.
Tradicionalmente, la arquitectura ha sido conceptuada como una de las seis Bellas Artes.
Determinados edificios u otras construcciones son obras de arte ya que pueden ser considerados primariamente en función de su forma o estructura sensible o de su estética.
Desde este punto de vista, aunque los medios de la arquitectura puedan consistir en muros, columnas, forjados, techos y demás elementos constructivos, su fin es crear espacios con sentido donde los seres humanos puedan desarrollar todo tipo de actividades. Es en este «tener sentido» en que puede distinguirse la arquitectura (como arte) de la mera construcción. Así es como ésta es capaz de condicionar el comportamiento del hombre en el espacio, tanto física como emocionalmente.
Aunque en la actualidad suele considerarse que la principal actividad de la arquitectura va dirigida al diseño de espacios para el refugio y la habitación (las viviendas), sólo a partir del siglo XIX comenzaron los arquitectos a preocuparse por el problema del alojamiento, la habitabilidad y la higiene de las viviendas, y a ampliar su ámbito de actuación más allá de los monumentos y edificios representativos.
La evolución a la especialización y la separación de ámbitos laborales es similar a la de otras profesiones. En los siglos pasados los arquitectos se ocupaban no sólo de diseñar los edificios sino que también diseñaban plazas, alamedas y parques, especialización que hoy se conoce como exteriorismo o paisajismo.
La especialización de los arquitectos en la creación de objetos de uso en las edificaciones, como los muebles, ha dado como resultado el nacimiento de la profesión de diseño industrial. Hoy, los profesionales que proyectan y planifican el desarrollo de los sistemas urbanos son los urbanistas. Los urbanistas son profesionales con grado específico y exclusivo en urbanismo, licenciados en esta profesión con el título de Urbanista, existiendo otros profesionales como Arquitectos, Sociólogos, Ingenieros, Abogados especializados a través de posgrados en temas relacionados con la ciudad, bien sea gestión, planificación o diseño urbano.
Le Corbusier definió a la arquitectura en «Vers une Architecture», 1923: «La arquitectura está más allá de los hechos utilitarios. La arquitectura es un hecho plástico. (…) La arquitectura es el juego sabio, correcto, magnífico de los volúmenes bajo la luz. (…) Su significado y su tarea no es sólo reflejar la construcción y absorber una función, si por función se entiende la de la utilidad pura y simple, la del confort y la elegancia práctica. La arquitectura es arte en su sentido más elevado, es orden matemático, es teoría pura, armonía completa gracias a la exacta proporción de todas las relaciones: ésta es la «función» de la arquitectura».
En general, todos los grandes Arquitectos del siglo XX, entre los que podemos mencionar a Mies van der Rohe, Le Corbusier, Frank Lloyd Wright, Louis Kahn o Alvar Aalto, han dado a su oficio una definición distinta, enfocando su finalidad de manera diferente. Muy interesante como compendio y reflexión sobre las diversas definiciones de arquitectura a lo largo de la historia es la obra del crítico italiano Bruno Zevi «Architectura in Nuce».
Según el tópico popular, en el tratado más antiguo que se conserva sobre la materia, De Architectura, de Vitruvio, Siglo I ad C, se dice que la arquitectura descansa en tres principios: la Belleza (Venustas), la Firmeza (Firmitas) y la Utilidad (Utilitas).
La arquitectura se puede definir como un equilibrio entre estos tres elementos.
No tendría sentido tratar de entender un trabajo de la arquitectura sin aceptar estos tres aspectos.
En el ámbito académico el proceso producción arquitectónica, o de proyecto, involucra la sensibilidad como medio de recorte de las diferentes disciplinas asociadas, y aun por cuanto en épocas pasadas se escribieran extensos tratados, hoy en día lo legal y lo técnico dictan las normas, mas no los modos. Es entonces la arquitectura -desde lo contemporáneo y apoyada en los nuevos recursos tecnológicos- un ejercicio en el que efectivamente se envuelven orden, síntesis, semiología, materia, pero aún más importante que aquello, es un trabajo creativo, innovativo, inédito, siempre que se excluya la arquitectura producida desde la industria inmobiliaria.
La importancia de la arquitectura en el siglo XX ha sido enorme, pues su ejercicio fue responsable de no menos de la tercera parte de los materiales acarreados por la humanidad en ese lapso. Durante este periodo, no sólo se ha producido un gran aumento de población, con sus correspondientes necesidades edificatorias (especialmente de viviendas), sino también importantes movimientos de poblaciones, desde las zonas rurales a las urbanas y, terminada la Guerra Fría, desde los países pobres a los países ricos.
C.A.B. Jose Serpi