Tiempos corrientes: Elogio del militante político
Los que siempre se interesaron en la política, que es el arma desde la cual se manejan los destinos del país y, por lo tanto, los del pueblo que lo habita, se han ocupado de desprestigiar la actividad. De ellos parten frases tales como “A mí la política no me da de comer” que es como decir “A mí el agua no me clama la sed”. La diferencia está en que si alguien dice esto último sería tomado por necio, mientras que resulta aceptada la frase primera. En eso consiste el triunfo de las oligarquías, en hacer que gente del pueblo adopte conductas que la perjudican sin darse cuenta de ello y hasta medio orgullosos de decir tamaña estupidez.
Es que desde la política se decide cómo se repartirá la riqueza, qué parte le tocará a cada sector social y cómo se repartirán los esfuerzos, cuál será la carga impositiva y, en síntesis, la marcha de la sociedad. Por eso desean las oligarquías, que la cantidad de participantes se reduzca al mínimo posible para que sean ellos la mayoría o, al menos, no sean muchos los que se les opongan.
Entre quienes se dedican a la política están aquellos en los que todos pensamos cuando se menciona la tarea, pero hoy nos queremos referir a lo que podría llamarse una segunda línea, una cantidad de personas que no adquirirán nombradía fuera del círculo de sus relaciones pero a las que tampoco les importa trascender más allá de allí, no referimos a los militantes.
Con frío, con sol abrasador, restándole horas a la familia, al descanso reparador, al ocio necesario, a la alimentación adecuada y hasta a su propia salud, colaboran sin paga alguna para que el candidato al que apoyan, llegue. Todos tienen valor, pero aquel que trabaja en los partidos considerados minoritarios tiene un especial papel. Los que trabajan con la mayoría es como que jugaran en equipos grandes, pero los otros saben que van a pérdida, al menos por ahora. Esto no les quita mérito a los primeros, pero los últimos, es innegable, tienen cierto valor agregado.
A ellos elogiamos, a todos los felicitamos y proponemos como símbolo distinto de los actuales tiempos. En una época en la que abundan los descreídos, en que los escépticos parecen haber ganado la batalla, están los militantes, muchos de ellos jóvenes que se inician a la vida política, desmintiendo que el destino de nuestro país sea el que diseñaron los eternos enemigos de nuestro pueblo.
G. M.

