29 de enero de 2012

“La Chalita”: Una antigua historia de Baradero

En una de las esquinas del cruce de las calles Sáenz y Fray Justo Santa María de Oro, existen cuatro locales comerciales, uno de ellos se dedica a la venta de insumos de computación y tiene su propio nombre, pero para muchos baraderenses que peinan canas, lo más fácil, para ubicar ese sitio, es decir: “Dónde estaba ‘La Chalita'”, que así se llamó una especie de quiosco y agencia de loterías y quinielas que durante muchos años existió en el lugar. Su dueño eligió ese nombre, nuestro, criollo y no se le ocurrió, como en muchos casos hoy, bautizarlo como “For Sale”, “Old Corner” o alguna palabra del idioma británico, tan usual por aquí como si quien dictara esas identificaciones fuera el mismo que describe José Larralde en su milonga fogonera “¿Quién?”: “Asigún dijo un día el patrón en Inglaterra se habla mejor”.

Los más antiguos se acuerdan que antes de “La Chalita” estaba allí don Armando Lenguitti con Ñaró-Suixtil, casa dedicada a la venta de indumentaria masculina en la que también trabajó por años don Orlando Francisquelo.

La Chalita duró los años suficientes como para que sea recordada por muchos y tiempo después contribuyó a ello una casa de empanadas (memorables) que hacía Belky, una morocha salteña que anduvo por estos pagos junto a sus hijos y que eligieron nominar a su negocio como “Empanadas La Chalita”.

Todo el palabrerío precedente va desembocando en el meollo de la historia, curiosa, que vamos a contar.

El gran escritor Abelardo Castillo, porteño de nacimiento y sampedrino por adopción, abarcó varios géneros literarios, así es que ha incursionado en la novela, en el cuento y en el teatro. Entre sus últimos trabajos se cuenta la novela “El Evangelio según Van Hutten” y en ella relata lo que sigue: Siendo Castillo un adolescente, ya tenía inquietudes literarias y así fue que decidió mostrarle sus escritos a un sampedrino de extraño nombre, quien era considerado una autoridad en varios temas en aquella ciudad. Se llamaba Bosio Arnáez y a él acudió Abelardo en busca de crítica y consejo. Leyó el hombre lo que el joven le había entregado y, de inmediato, comenzaron los interrogantes: “¿Por qué escribió viejecillo y no viejo? ¿Por qué dice sendero y no camino?..” ante lo cual el escritor principiante atinó a decir… “Y, maestro, es mi estilo”. La respuesta fue ésta: “Vea jovencito, antes que tener estilo hay que escribir bien”.

Quien esto escribe tiene la enorme suerte de contar con un tío que tiene edad y andanzas suficientes para haber conocido a los protagonistas de este diálogo. Sabíamos que conocía a Castillo, por lo que acudimos a su intacta memoria para saber si también recordaba a Bosio Arnáez. Nos dijo que sí, pero que no le hubiera sido necesario conocer San Pedro como él lo conoció para saber de Bosio Arnáez, ya que el hombre, siendo profesor de varias especialidades, tenía una academia de enseñanza que funcionó en Baradero. La pregunta que surgió disparada fue obvia: ¿Y dónde funcionaba esa academia? y ¿sabe usted lector qué recibimos como respuesta?: En la esquina de “La Chalita”.

Fuente: El Diario de Baradero

La vieja esquina de Baradero.
2 thoughts on ““La Chalita”: Una antigua historia de Baradero”
  1. LA CHALUTA, EL BUEN RAVIOL EL POSTRE EMILIANO EL QUIOSKO DE PACO, LO PETYLOR, BONAFIDE,LO DE MARCONI, CUANTOS LUGARES DESAPARECIERON, DINKA IL BUKO LA TABLITA SON INUMERABLES

Comments are closed.