¡El Año de la Fe!… Que la fe sea compañera de vida.
Este Año de la Fe comienza este 11 de octubre de 2012, en el 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey del Universo. Comienza un momento de gracia y de compromiso por una conversión a Dios cada vez más plena, para reforzar nuestra fe en Él y para anunciarlo con alegría al hombre de nuestro tiempo, con estas palabras, Benedicto XVI ha convocado a toda la Iglesia a movilizarse a favor de la gran empresa de la fe en nuestro tiempo. Estos últimos decenios nos han acostumbrado a celebrar “El Año Internacional de…”, pongamos, por ejemplo, la cultura, la paz, la biodiversidad, el planeta tierra, la fe religiosa. ¿No es paradójico que algo tan perenne y universal como son los valores humanos, tenga que celebrarse con un Año Internacional a su favor? ¿Tantos enteros han bajado estos valores en nuestra sociedad que se necesita del fuerte empujón de un Año Internacional para elevarlos? ¿Qué sentido tiene y qué se pretende con la celebración de un Año Internacional, tan frecuente en nuestro tiempo? ¿Qué frutos se esperan de él?
Pueden ser varios los motivos para convocar un Año Internacional. Comencemos con una reflexión sencilla. Sea cual sea el motivo, tal hecho busca llamar la atención de la humanidad, “hacer ruido” sobre un valor, a veces también, por desgracia, sobre un contravalor.
La humanidad entera enfoca el lente zoom de su mirada sobre el objeto de la celebración, al menos durante ese año. Los medios, con su poder, se hacen eco, mayor o menor, de dicho evento. se siguen efectos, más o menos duraderos, de cara al futuro.
¡Un año internacional vale la pena! La Iglesia se adapta a los tiempos y lugares. La fe no requiere de ruido, de propaganda. Pero el “ruido” y la propaganda de los medios puede ayudar a la fe y a su propagación.
Hagamos otra anotación. Los valores son perennes, pero la conciencia que los hombres tienen de ellos es muy tornadiza. Está sometida a flujos y reflujos. A veces incluso se oscurece, se debilita e incluso se pierde. La humanidad necesita, entonces, un revulsivo que despierte la conciencia para que vuelva a admirar la belleza y la actualidad de ese valor “olvidado”. He aquí la razón por la que en estos casi cincuenta años después de la inauguración del Vaticano II se han celebrado en la Iglesia Católica dos años de la fe.
El año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados en el Catecismo de la Iglesia Católica (Porta fidei, no. 11).
Si de lo que se trata es de reavivar e infundir una nueva linfa a la fe de los creyentes en Cristo, el Catecismo es el camino seguro para conseguirlo. En él se resume y expresa la fe de toda la Iglesia desde sus orígenes hasta nuestros días. En él hallamos:
la fe que profesamos (credo)
la fe que celebramos (liturgia)
la fe que vivimos (moral)
la fe que rezamos (oración)
En nuestro tiempo, en el que los contenidos objetivos de la fe cristiana son muchas veces devaluados, sometidos a crítica destructiva, preteridos, ha llegado el momento de apuntar el zoom sobre la fe en toda su riqueza de doctrina, fruto de veinte siglos de reflexión y de vida.
¡Un año entero para ello hará mucho bien a toda la comunidad de la iglesia!
Benedicto XVI propone el Catecismo, en este Año de la Fe, “como un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural” (Porta fidei, no. 12).
En las parroquias, en las escuelas privadas o públicas, el Catecismo brinda un apoyo insustituible para la enseñanza de la fe a los niños y jóvenes. Un cierto vaciamiento de la fe objetiva, que hoy se presiente en muchas iglesias particulares, tal vez sea debido a que se ha dejado de lado una referencia explícita al Catecismo de la Iglesia Católica. Quizás en estos últimos decenios se ha incubado y luego desarrollado el peligro de dar preferencia a los métodos, a la pedagogía, a los sentimientos, sobre los contenidos.
El Año de la Fe puede ayudar a la catequesis, también a la de adultos, a conseguir un equilibrio, una armonía entre pedagogía y teología, entre el contenido de la fe y las formas de comunicarlo a los demás. El papa Ratzinger ha invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir este año de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar (Porta fidei, no. 12).
En la sociedad en que vivimos se entrecruzan los cristianos con hermanos en la fe, que ahora son indiferentes y viven al margen de ella; con hombres y mujeres de otras religiones, o que no son creyentes, aunque busquen sinceramente y de corazón la verdad. En este año de la fe, es importante para todos tomar en las manos el Catecismo de la Iglesia Católica, leerlo, reflexionarlo, dejar que la verdad y belleza de la fe que en él se expresa echen raíces en el corazón y florezcan en frutos de luz, de conversión y renovación, de gozo y de paz. A los no creyentes la lectura del Catecismo puede constituir una llamada amorosa de Dios.
