A 50 años del golpe de estado al presidente Arturo Illia: La destitución de la honestidad!!!
La historia enseña a quien quiere aprender de ella, por eso el derrocamiento de Illia, hace 50 años, nos interpela hoy. Argentina tiene temas en su agenda que nunca puede resolver y por eso vuelven una y otra vez: en el primer mensaje ante al Congreso que pronunció, Illia estableció los puntos centrales del desafío que enfrentaba: respetar la independencia del Poder Judicial, respetar las autonomías provinciales, eliminar la desocupación obrera, buscar nuevos mercados sin exclusiones ideológicas, fortalecer la acción gremial pero alejarla de su instrumentación política partidaria, ampliar las posibilidades en educación y cultura para la mayor cantidad de gente.
Todos estos puntos de gobierno, elaborados hace 53 años, siguen estando en la agenda del presente argentino. Y algo así no puede ser casualidad, sino que la caída del gran médico radical le impuso a nuestro país un atraso que se mide en décadas, con la interrupción de un proceso de gestión que tuvo, en tan corto plazo, grandes conquistas: el crecimiento económico y del empleo, la política de medicamentos, el estatuto de partidos políticos que, entre otras cosas, permitía la reinserción democrática del peronismo, entre otros logros sociales, culturales y políticos.
Pero no solamente hay temas de gestión que son cíclicos en Argentina. Todo gobierno se asienta sobre grandes ideas, conceptos generales, puntos de partida que no se discuten y que ordenan cada paso concreto. Los de Illia fueron la república, la soberanía nacional, la institucionalidad y, fundamentalmente, la honestidad en el desempeño público.
Derrocar a un presidente así implica también cuestionar sus fundamentos, y eso hizo que nuestra dirigencia pierda de vista los pilares adecuados desde donde encaminar la vida pública del país: el respeto a las instituciones, a la ley, el criterio de que el poder es un privilegio que permite gobernar para los otros, y no un derecho en beneficio propio. Esas ideas estaban en el despacho presidencial el 28 de junio de 1963.
Quizá lo que más ha diferenciado a los gobiernos que tuvimos en estos 50 años son los principios con los que cada uno gobernó. Después las medidas coyunturales pueden ser discutibles, provisorias, revisadas. Pero los valores frente a la cosa pública se tienen o no se tienen. Illia los tuvo, y su legado es el ejemplo que nos dejó a todos.

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