El año de 1615 comporta toda una significación, todo un símbolo, para la mayoría de los vecinos y las vecinas de Baradero. Esa significación hace que muchas veces no sea necesario aclarar QUÉ es lo que surgió en aquel momento, porque en cada 25 de julio se invoca esa fecha para contabilizar un nuevo aniversario de Baradero, una ciudad que tuvo su origen en un Pueblo de indios.
Para corrernos un poco de esto, lo que propongo en esta columna dedicada a los 405 años de la ciudad es pensar el CÓMO surgió y, fundamentalmente, CÓMO se conservó en el tiempo aquello que hoy estamos conmemorando bajo el nombre de Baradero, y no QUÉ. Esto mismo vale también al momento de tener en cuenta el contexto regional y el contexto global en que tuvo su origen Baradero. Es decir, para entender el accionar de aquellas personas que intervinieron en la construcción de Baradero como territorio no debemos concentrarnos solamente en lo local.
En cuanto a lo global, es bien conocido el contexto de invasión, conquista y colonización impulsado por la Monarquía española desde finales del siglo XV. Este proceso, obligó a la Corona a diseñar algunos mecanismos para organizar los nuevos territorios conquistados. El hecho de que un espacio americano pasase a ser un territorio de la corona española implicaba que debía ser gobernado según términos hispánicos y cristianos, ya que pasaba a formar parte de una monarquía cuyo rasgo fundante era la lealtad al Rey y a la religión católica. Uno de esos mecanismos fue la reducción de indios, cuyos primeros ensayos se desplegaron en el Perú y México, y se trató de una manera de asentar comunidades indígenas en determinados sitios, con el objetivo de facilitar la evangelización y la conversión al cristianismo, así como facilitar su tributación y fuerza de trabajo. Muchos de esos Pueblos de indios luego se convirtieron en ciudades, comunas y otros tipos de poblados que continúan en la actualidad bajo la misma toponimia. Como es el caso de Baradero.
Yendo al contexto regional, la reducción de indios en Baradero se entiende como parte de las corrientes fundadoras que tuvo lugar en las últimas décadas del siglo XVI y primeras del XVII, que incluía consolidar ciudades como Córdoba del Tucumán y Asunción, por un lado, y poblar una salida hacia el Atlántico, en los intersticios del camino que unía Santa Fe con Buenos Aires, por el otro. Estas ciudades eran relativamente recientes, y la región estaba muy lejos de ser completamente controlada por los españoles. Además, los indígenas los superaban enormemente en número.
Teniendo en cuenta esto, por más proyecto fundacional que haya, lo verdaderamente difícil era sostener esos territorios en el tiempo, ya que, como dijimos, los indígenas eran los pobladores en su gran mayoría. Entonces, la conservación del territorio no hubiera sido posible por la sola imposición de nuevas formas territoriales para el gobierno. Es acá en donde cobra relevancia el factor político en la explicación sobre cómo surge y se conserva el territorio de Baradero, y en donde se entiende al territorio como construcción, es decir, como algo dinámico, como algo constante, y no como algo que se fundó de una vez y para siempre, sino que lo primordial era mantener, como en cada sitio fundado por españoles, personas con mayor o menor grado de poder político y, sobre todo, capacidad para llevarlo a la práctica, para discernir conflictos locales, administrar recursos, para establecer relaciones con instancias superiores de gobierno, etc.
Es decir, la conservación del territorio bajo el nombre de Baradero dependía constantemente de la intervención de personas, tanto del grupo poblacional euro-criollo como de indios, cada uno con sus propios intereses, motivaciones, orígenes sociales diversos, etc. El hecho de que Baradero se haya mantenido en el tiempo – al menos en sus primeros dos siglos de existencia – era algo que dependía mucho de ese equilibrio político, sostenido mediante la negociación, pero también mediante el conflicto.
Con esto quiero llamar la atención y relativizar sobre el concepto de fundación. Yo considero que no se puede hablar de una fundación para Baradero fechada en 25 de julio de 1615, porque no es realmente comprobable de manera documental que, en esa fecha precisa, se hayan llevado a cabo las ceremonias y rituales fundacionales propios de la Corona española, que implicaba labrar un acta fundacional por parte de un escribano real, en la que relata dichas ceremonias, que debían incluir la instalación del rollo de justicia en el suelo para simbolizar el imperio de la justicia del rey español en ese espacio. Nada de eso tuvo lugar el 25 de julio de 1615, pero lo que sí podemos afirmar fue que desde ese momento comenzó la construcción de un territorio llamado Baradero. Yo creo que la obsesión por darle una fecha concreta a la fundación de Baradero, lo más antigua posible, pertenece a una antigua manera de entender la historia, regida enteramente por lo anecdótico y por lo cronológico. En esa visión de la historia lo que interesa es fijar el origen de algo que se asume como estructural. En cambio, lo que movilizó mi interés fueron otro tipo de preguntas, por ejemplo, cómo fue posible el establecimiento de una reducción de indios, bajo qué condiciones, cómo se sostuvo durante un tiempo prolongado de tiempo, preguntas más orientadas a entender el proceso más que fechar el acontecimiento.
La primera constancia documental que tenemos de esto es un documento del año 1616 en que el entonces gobernador del Paraguay Hernandarias informa sobre sus actos de gobierno al Rey, y dice haber reducido indígenas en tres sitios de su jurisdicción, uno de los cuales se ubicaba a 30 leguas de Buenos Aires y llevaba por nombre Santiago. Allí había ido con un religioso franciscano, algunos animales y pertrechos para labranzas, y artículos religiosos para poder llevar a cabo la doctrina católica. El vocablo “reducción” implica la acción concreta de reunir lo que se encontraba disperso, en este caso, los indios, para introducirlos en la cultura política española, o en otras palabras, para facilitar la colonización.
Después se agregó “del Baradero” en referencia al brazo del Paraná que todos conocemos, y que por mis propias investigaciones comprobé que se lo conocía bajo ese nombre con anterioridad a la reducción de indios. Por lo que estimo que el apelativo “del Baradero” se correspondió, en aquel primer momento, a una suerte de referencia geográfica en la documentación. Los ríos que se encontraban en las proximidades de Buenos Aires comenzaron a ser explorados desde 1608. No se sabe a ciencia cierta por qué se llamó Baradero a dicho riacho, pero se intuye que podría referir a la estrecha hondura del mismo, como lo pensó en su momento el señor Alejandro Barbich.
En ese primer informe de 1616, Hernandarias menciona también la cantidad de indios reducidos, y eran unos 250. En ese informe, el gobernador ponía énfasis en las facilidades que otorgaría la reducción de indios en la navegabilidad de los ríos que la circundaban, como el Arrecifes y Baradero, y que conectaban los ríos de la Plata y Paraná Guazú, y que “los españoles mercaderes codiciarán esta navegación que tantas dificultades tenía, por la poca seguridad que hasta ahora ha habido”.
En esto se explica la ubicación estratégica de la reducción de indios en Baradero, ya que se ubicaba a mitad de camino entre Santa Fe y Buenos Aires (que, como dijimos, ambas recientemente fundadas). Los cabildantes de ambas ciudades estaban preocupados por mantener “el orden” los caminos que las comunicaban. Esto quiere decir “mantener ordenados” a los indios moradores que veían a extrañas personas transitar y ocupar sus habituales espacios, generando en ocasiones enfrentamientos violentos.
Pero, como dijimos, esa reducción de indios no fue solamente una imposición por parte de conquistadores, sino que la vida en reducción les proporcionaba a los nativos un resguardo jurídico dentro del universo institucional español, posibilitando el surgimiento de nuevas formas de autoridad política local que estuvieron a manos de los mismos indios y, en ocasiones, fortaleciendo los liderazgos indígenas previos, como los caciques. Es decir, con la vida en reducción, los indios no sólo contaron con un reaseguro físico y jurídico, sino que conservaron mecanismos de gobierno comunal que eran preexistentes a la llegada de los españoles. Dichas formas de autoridad proporcionadas por los españoles, pero detentadas por los indígenas, eran el alcalde de indios y el cabildo de indios. Estas autoridades eran las encargadas de resolver los conflictos locales, administrar los recursos de la comunidad, y de responder ante autoridades regionales como el gobernador o el corregidor español encargado de la recolección de tributos. En esa adaptación de unas y otras formas de entender el gobierno encontramos el “buen gobierno” que permitió la conservación del territorio nombrado Baradero durante el siglo XVII.
Si pensamos la construcción del territorio y su conservación como algo constante y sostenido por la interacción de personas con distinta capacidad política, quienes mantuvieron de manera constante su presencia en Baradero durante todo el siglo XVII y gran parte del XVIII fueron los alcaldes de indios y el cabildo de indios, por lo que entendemos que, otras formas de autoridad, como corregidores recolectores de tributos y curas doctrineros, tuvieron que interactuar con esas autoridades indígenas que tenían bastante más reconocimiento entre la comunidad local, al ser las encargadas de dirimir los conflictos más cotidianos. Esto era aceptado por los españoles porque contribuía a sus objetivos: la pacificación de las rutas y caminos, y la conservación de los territorios conquistados como dominios de la monarquía española. Por su parte, los indios continuaron con sus habituales usos del espacio regional, movilidad poblacional, flujos de recursos y gobierno comunal, pero bajo un orden institucional español y católico.
En cuanto a lo “religioso”, quienes efectuaron las primeras empresas evangelizadoras fueron miembros de la orden franciscana, quienes habían llevado a cabo la evangelización y misión en distintos pueblos de indios y reducciones de toda la región paraguayo-paranaense al momento de la reducción del Baradero, y en ese contexto se incluye su presencia. Pero tampoco hay que pensar esto como algo unívoco y mecánico, ya que la presencia de religiosos no fue en absoluta constante, aunque entre ellas destaca la de Fray Luis de Bolaños, la realidad es que no tenían presencia eclesiástica cotidiana en la reducción. Por eso, en los primeros informes que remite Hernandarias a la Corona detalla que muchos de los indios e indias continuaban siendo infieles, es decir, “sin fe”.
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