Fuerte ausentismo de votantes en estas elecciones 2025.
26 de octubre de 2025

“EL SILENCIO DE LAS URNAS: “RÉCORD HISTÓRICO DE AUSENTISMO EN LAS ELECCIONES 2025”.

ELECCIONES 2025 - POLÍTICA ARGENTINA

Por Jazmín Abdala | LS2 Baradero | 26 de octubre de 2025


Si tenés solo un minuto, leé esto:

  • La participación fue del 67,8% del padrón nacional: la más baja desde 1983.
  • Más de 12 millones de personas decidieron no votar, pese a la obligatoriedad del sufragio.
  • La nueva Boleta Única de Papel debutó sin denuncias graves y con buena aceptación.
  • Analistas advierten una crisis de representación y una desconexión creciente entre la ciudadanía y la política.

Argentina volvió a votar este domingo, pero la noticia no estuvo en quién ganó, sino en cuántos no fueron a votar. Con una participación del 67,8% del padrón, las elecciones legislativas de 2025 registraron el nivel de concurrencia más bajo en más de cuatro décadas de democracia. El dato reaviva un debate profundo: ¿por qué cada vez más argentinos se alejan de las urnas?

En números concretos, más de 12,2 millones de personas decidieron no participar del proceso electoral. Ni la implementación de la Boleta Única de Papel ni la tranquilidad de la jornada lograron revertir una tendencia que ya se venía viendo en las elecciones provinciales, donde en algunos distritos la participación apenas superó el 55%.


Un descenso que ya se venía anunciando

Desde el regreso de la democracia, la participación electoral en Argentina se había mantenido por encima del 80%. Sin embargo, la curva descendente comenzó a marcarse con fuerza en la última década. En las legislativas de 2021, votó el 71,7% del padrón; en 2023, el 74%. Este año, el 67,8% representa el piso más bajo desde 1983.

Según la Cámara Nacional Electoral, a las 15 horas del domingo apenas el 41,7% de los empadronados había emitido su voto, frente al 51% registrado a esa misma hora en 2021. En provincias como Chaco o Jujuy, la asistencia no llegó al 60%, y en Santa Fe se ubicó cerca del 59%. Un fenómeno que ya se había repetido en elecciones locales a lo largo del año, donde el promedio nacional de participación fue del 58%.

Los especialistas hablan de un “desgaste cívico”. El malestar económico, la pérdida del poder adquisitivo, la sensación de promesas incumplidas y la desconfianza hacia la dirigencia conforman un cóctel que erosiona el vínculo entre la política y la ciudadanía. “El ausentismo no es indiferencia, es una forma de protesta silenciosa”, explicó el politólogo Marcelo Bermolén, de la Universidad Austral. “La gente no está cansada de votar, está cansada de no ser escuchada”.


Las nuevas formas del desencanto

Fuerte ausentismo de votantes en estas elecciones 2025.

La baja participación no sorprende a quienes vienen observando el clima social. Según un informe de CIPPEC y UNICEF, los jóvenes entre 16 y 25 años —que representan casi el 8% del padrón— muestran una de las tasas de participación más bajas, impulsados por una creciente desconfianza en la política tradicional. En ese rango etario, el 84% declaró estar insatisfecho con el funcionamiento de la democracia (Latinobarómetro, 2020).

La lógica de “nada cambia” se impone. Muchos votantes perciben que su voto no tiene consecuencias reales sobre su vida cotidiana. En ese contexto, no asistir a las urnas se convierte en una respuesta política, aunque sea desde la inacción.

Otros factores también influyen: el desdoblamiento de elecciones, la falta de liderazgos nuevos, la complejidad del escenario partidario y la fragmentación del sistema de representación. A eso se suma un cambio cultural: la inmediatez de las redes sociales, donde la expresión política se traslada al clic, al comentario, al “me gusta”, en lugar del sobre y la urna.


Boleta única: un cambio técnico, no cultural

Este año fue el debut nacional de la Boleta Única de Papel (BUP), una reforma que buscó simplificar el proceso electoral y garantizar transparencia. Según el Ministerio del Interior, la implementación fue exitosa y sin incidentes relevantes. Sin embargo, su impacto no se tradujo en un aumento de participación. El problema no parecía ser el instrumento, sino el vínculo entre el votante y el sistema.

“Modernizamos el formato, pero no reconstruimos la confianza”, resumió un funcionario electoral. Y esa frase sintetiza el dilema: la desafección no es logística, es emocional. Los ciudadanos no están rechazando el mecanismo, sino la representación que sienten lejana, opaca y ajena.


Una democracia que se enfría

Hace cuatro décadas, en 1983, la gente hacía fila durante horas para votar. Hoy, las escuelas cierran con pasillos vacíos. El voto obligatorio ya no garantiza compromiso, y la democracia argentina atraviesa un momento de introspección: sigue en pie, pero menos viva.

En el pasado, la participación fue un símbolo de conquista. Hoy parece volverse rutina. Esa distancia emocional entre el ciudadano y la política no se corrige con campañas ni con promesas, sino con hechos: con gestos de cercanía, con rendición de cuentas, con coherencia.


Más que un número

El 67,8% no es solo un porcentaje. Es una señal. Un llamado de atención que atraviesa a todo el sistema político. En tiempos de polarización, la ausencia se vuelve un dato incómodo: mientras los partidos se disputan la minoría que vota, una mayoría silenciosa se aleja sin mirar atrás.

Ese silencio debería ser leído no como desinterés, sino como advertencia. La democracia argentina, que resistió crisis, hiperinflaciones y pandemias, enfrenta hoy un desafío distinto: la indiferencia. Y ese es, quizás, el más peligroso de todos.


Un llamado a repensar

Si algo dejaron claro estas elecciones es que no alcanza con votar, pero sin votar no hay futuro. La representación no se sostiene solo con urnas llenas, sino con vínculos vivos. El desafío es reconstruir la confianza, y para eso se necesita más que reformas técnicas: se necesita una narrativa nueva, capaz de volver a conectar con la esperanza.

Las urnas hablaron, aunque en voz baja. Y lo que dijeron, sin palabras, es que la política necesita escucharse a sí misma. No para buscar culpables, sino para encontrar respuestas.


“La democracia no se pierde de golpe. Se apaga, poco a poco, cuando la gente deja de creer que vale la pena ir a votar.”

Por Jazmín Abdala – LS2 Baradero

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