27 de agosto de 2013

A 19 años del fallecimiento del “Polaco” Goyeneche…

Si tuviéramos que elegir un personaje síntesis de los últimos treinta años del tango, sin ninguna duda surgiría el nombre del Polaco Goyeneche. No sólo por tratarse de un cantor extraordinario, sino y fundamentalmente, por ser el arquetipo de la última camada de nuestra estirpe y bohemia porteña.

La expresividad de su fraseo, el particular modo de colocar la voz, la fuerte personalidad del que conoce la esencia misma del tango, lo distinguen de todos los otros cantores de nuestro tiempo.

El manejo de los acentos y los silencios, el arrastre de alguna palabra de la letra, o el susurro intimista de un verso, lo convierten en un vocalista irrepetible, imposible de ser confundido con otro.

Su dicción era perfecta, aún en los últimos años de su vida cuando la decadencia de su voz, lejos de mellar su popularidad lo elevó a la categoría de mito viviente.

Se consagra como solista después de brillar como cantor de orquesta y, curiosamente, el fervoroso reconocimiento y la devoción del público llegaría a la madurez de su voz para no abandonarlo hasta su muerte.

Fue grande entre los grandes, y de la mano de Gardel y de sus hermanos Corsini, Charlo, Fiorentino y Vargas, su voz, su garganta con arena, nos seguirá deleitando con el sabor del tango y el perfume cotidiano de las noches de Buenos Aires.

Goyeneche [BaraderoHoy]