Los jueces consideraron que no había pruebas suficientes para condenarla por el crimen de su amiga Solange Grabenheimer. Durante la lectura del veredicto, hubo festejos de la familia Frend e insultos de algunos allegados a la víctima.
El retraso de 15 minutos postergó la celebración de unos y el desconsuelo de otros. A las 12:15 la voz del secretario del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 2 de San Isidro anunció la absolución de Lucila Frend, la joven que había llegado al juicio imputada por el homicidio doblemente calificado por alevosía y ensañamiento de su íntima amiga Solange Grabenheimer, ocurrido en el PH que ambas compartían en Florida, en enero de 2007. Después apenas hubo tiempo para gritos y llantos. Lucila, además, también sonrió.
La expectativa era máxima. Por eso, el tribunal, que hasta ayer se había negado a mudarse de los escasos metros donde transcurrió todo el debate, aceptó sesionar en la sala más grande del edificio: la misma donde se juzga a los encubridores del crimen de María Marta García Belsunce. Pero el nuevo lugar tampoco alcanzó. Los periodistas, fotógrafos y camarógrafos entorpecían el paso y hasta demoraron el inicio de la lectura del veredicto.
Los familiares de ambas partes tampoco colaboraron y vivieron la última jornada del juicio como una contienda deportiva que tuvo su clímax de violencia en el instante del fallo.
Lucila todavía no había soltado la mano de su abogado Francisco Pizarro Posse cuando escuchó que por unanimidad los jueces Lino Mirabelli, Oscar Zapata y Hernán San Martín descalificaron la hipótesis del fiscal Alejandro Guevara y su pedido de prisión perpetua por falta de pruebas.
El llanto llegó como un reflejo, tanto en la acusada como en Patricia Lamblot, la madre de la víctima. La euforia se instaló en el grupo de los allegados a Frend. Hubo gritos y aplausos. También agradecimientos y felicitaciones para los jueces. Ante tanto alboroto, el presidente del tribunal exigió silencio y aclaró en tono exasperado que “esto no es un circo”.
Lamblot, en cambio, prefirió bajar la cabeza y cerrar los ojos, buscando de alguna manera escapar de la alegría ajena.
Pero la actitud de la abuela de Lucila la trajo de vuelta hacia donde no quería estar. Sylvia Triglia se paró en una silla y enrostró a todos la inocencia de su nieta. Cuando los policías le pidieron que bajara ya era tarde. La mujer despertó la ira de los familiares y amigos de Solange y causó el cruce más duro de la jornada.
“Vos toda la vida vas a ser una asesina hija de puta”, le espetó una prima de la víctima a Lucila mientras se retiraba junto a su familia de la sala. Los padres de la acusada, Eduardo Frend y Marina Harvey, apuraron los pasos pero antes de perderse en el enjambre de periodistas alcanzaron a responder: “Ahora van a tener que investigar.”
“¿Para qué?, si ya sabemos quién es la asesina”, insistió la prima.
“Luli es inocente, por eso no hay pruebas. No voy a bajar los brazos hasta que encuentren al asesino”, dijo Harvey,
A través del fallo, los miembros del tribunal sugirieron, además, que se investiguen a otros sospechosos, pese a que la madre de Solange ya adelantó que apelará el fallo para insistir en la culpabilidad de Frend.
Durante la instrucción y el juicio, la propia Lucila dijo que había que investigar si el crimen de Solange estaba vinculado a las actividades de su padre, Roberto Grabenheimer, quien es dueño de un negocio de polarizado de cristales de autos sobre la calle Warnes.
La joven también había apuntado contra un albañil que trabajaba en una obra vecina al PH donde vivían ambas y que, según su hipótesis, pudo haber ingresado a la casa por la ventana del cuarto de su amiga.
“Así como durante cuatro años tuve fe en que me iban a declarar inocente, ahora no pierdo la fe de poder mantener un diálogo con la mamá de Solange”, expresó Lucila luego de salir de los tribunales. Además culpó al fiscal Alejandro Guevara de generar las sospechas sobre ella. “Lamentablemente, ellos (por la familia de la víctima) compraron lo que les vendieron”, remarcó Lucila.
Después avisó que volverá a vivir en Europa y posó por última vez en el día para los fotógrafos. Ya en su casa, y junto a su entorno más íntimo, brindó y volvió a sonreír.
Fuente: Tiempo Argentino.