22 de diciembre de 2025

“Baradero Suena: Crónicas del Rock Local”- Soporte 68.

SOCIEDAD- CRÓNICAS - CULTURA Y MÚSICA

RADIO LS2 BARADERO – 2025 – Una producción por Jazmín Abdala


Hubo un tiempo en que el mundo se sentía en blanco y negro, y el aire pesaba como el plomo. Corría el año 1967. En Buenos Aires, el asfalto quemaba bajo los pies de una juventud que caminaba a contramano de la moral de la época. Mientras en las radios sonaban versiones edulcoradas del pop internacional, en la penumbra de un baño del bar La Perla de Once, dos náufragos llamados Tanguito y Litto Nebbia le daban forma a una balsa de náufragos. Esa canción no fue solo un éxito de ventas; fue el primer grito de libertad en castellano, la piedra fundacional de una religión que no pedía permiso para existir. El rock nacional no nació bajo las luces de un estudio; nació en el hambre de decir la verdad, en la mugre de los sótanos y en la resistencia de quienes entendieron que, si el mundo era un incendio, la música era el único modo de no quemarse solo.

Esa llama, que sobrevivió a dictaduras, apagones culturales y crisis que nos dejaron de rodillas, viajó por la Ruta 9 y encontró en Baradero un refugio inexpugnable. Acá, en la ciudad del encuentro, el rock no es un género musical que se consume los fines de semana. Es un ADN. Es el zumbido constante que sale de los garajes los martes a la noche, es el barro en las zapatillas de los pibes que cargan amplificadores a cuestas y es, sobre todo, una herencia que se pasa de mano en mano como un secreto sagrado. En Baradero, la “República del Rock” se construye con las manos sucias, cambiando cuerdas oxidadas y soldando cables plug con la esperanza de que el sonido no se corte en el mejor momento del solo. Y hoy, en este 2025 de incertidumbres, los profetas de esa fe tienen un nombre que suena a campo y tensión: Soporte 68.


Hay una imagen que funciona como un portal, una postal que explica por qué estamos acá. Imaginen un camino de tierra a las afueras de la ciudad, donde el alumbrado público es un lujo y el frío de la noche rural te muerde los huesos. Ahí, clavado como un centinela olvidado, hay un cartel de chapa oxidada que sobrevive a la intemperie del tiempo. “Acceso al Soporte 68 al 70”, se lee entre las costras de herrumbre. Para un operario de la red eléctrica, es solo un nodo de media tensión, una indicación técnica. Pero para Ciro Bagalá y Valentino Barlatay, ese cartel fue un flechazo, una epifanía entre amigos que buscaban un nombre para algo que todavía ni siquiera sabían cómo iba a sonar.

Ciro se acomoda en la silla, se ríe con esa complicidad de quien sabe que está contando el origen de un mito privado. Me muestra las fotos del grupo y sus ojos brillan con una intensidad eléctrica. Soporte 68 no es solo una banda; es un pacto de sangre que nació del polvo de los caminos y el enredo de los cables de ensayo.

—Nos quedamos con eso pegado en la cabeza —me cuenta Ciro, mientras gesticula como si estuviera sosteniendo una guitarra invisible—. Íbamos a ese campo a tomar algo, a tocar la criolla, a ver pasar el rato bajo las estrellas. “Vamos a Soporte”, decíamos. Ese lugar fue el testigo mudo de los primeros acordes del Tano con su bajo. Hoy, ese nombre es nuestro frente de batalla. Es entender que el rock, antes que partituras o acordes perfectos, es un pacto de hermandad que no se rompe.

Soporte 68 es una maquinaria cruda, un quinteto que parece diseñado para sacudir el suelo. Emanuel Parzón le pega a los parches de la batería con una violencia necesaria, como si quisiera despertar a toda la ciudad de su letargo. Valentino Barlatay sostiene el pulso desde el bajo con la solidez de un cimiento de hormigón. Gonzalo Miranda y Agustín Lauria trenzan las guitarras en una danza de distorsión, mientras Ciro le pone el cuerpo a la voz y a una tercera guitarra que termina de cerrar el muro de sonido. “Somos una banda eléctrica”, suelta Ciro, y mientras lo dice, el aire de la habitación parece cargarse de estática. Casi podés oler el ozono de los amplificadores valvulares al borde de la explosión.

—Escribo sobre lo que nos pasa en la intimidad, sobre la mugre de la noche, las salidas de amigos y ese silencio que solo hay cerca del río —confiesa Ciro, bajando un poco el tono, como si estuviera revelando el truco de un mago—. A veces la música llega primero, me invade la cabeza y la letra fluye sola, sin permiso. Es algo visceral. No sabemos cantar sobre otra cosa que no sea nuestro propio cielo y nuestro propio barro. Todo lo que somos está encerrado en los límites de Baradero.

Para ellos, el rock es un mandato que les llegó de chicos, un orgullo de pertenecer a una ciudad que tiene el oído curtido y el paladar negro para la distorsión. Sus referentes no son posters lejanos de Londres o Nueva York; sus referentes son los de acá, los que caminan sus mismas calles. Me habla de La Pobre Manca, esa banda histórica que les enseñó que para sonar de verdad hay que tener “tinta”, hay que tener calle. No buscan imitar a Viejas Locas, a La 25 o a los Redondos, pero esa sangre corre por sus venas, es el pulso que los mueve.

El desafío de ser una banda independiente en la actualidad es inmenso. Es una pelea desigual contra un mundo que consume música como si fuera comida rápida, a mil por hora y sin masticar. Lograr que una canción como “Invierno Infernal” —un rocanrol hecho y derecho, crudo y directo— logre tocar alguna fibra en el tipo que está abajo del escenario, es la verdadera victoria. El sueño de meterse en un estudio de grabación en 2026 flota en el aire como una meta lejana, un norte que persiguen con la terquedad de los que no tienen nada que perder. En un país que no te regala ni un centímetro de espacio, ellos se ganan el lugar a puro ensayo.

Mientras terminamos la charla, el ritual de la banda se hace presente. Me cuentan que antes de subir al escenario no hay cábalas. Hay una cerveza compartida, una charla de amigos y la lista de temas anotada a último momento en un papel cualquiera, con letra apurada. Esa adrenalina de no saber exactamente qué va a pasar, pero saber que lo van a dar todo, es lo que los mantiene en pie.

—¿Un consejo? —le pregunto a Ciro antes de apagar el grabador. Él se toma un segundo. Mira hacia el vacío, quizás viajando en el tiempo hasta ese nene de cuatro años que escuchaba sus primeros acordes y sentía que el pecho le iba a explotar. —Que no dejen morir el rock. Por favor. En los momentos más oscuros de nuestro país, el rock nos hizo felices, nos dio una identidad cuando no teníamos nada. A los pibes que están pensando en arrancar: toquen. Toquen y no paren. Te tiene que gustar lo que hacés para poder llegar a los demás. Le tenés que poner a la banda la misma pasión que le ponés a la vida. No hay otra fórmula.

Me voy de la entrevista con los oídos zumbando y la sensación de que Baradero está en buenas manos. Soporte 68 no es solo una banda de rock; es la confirmación de que la electricidad no solo viene de los cables rurales que cuelgan al costado del camino. La verdadera tensión, la que realmente importa, viene de la gente. Viene de la amistad que se forja en el frío del campo y estalla en el calor de un bar.

Si ves a un pibe con una funda de guitarra al hombro caminando por la plaza o por la costa de Baradero, no lo ignores. No es un músico más; es un pedazo vivo de nuestra cultura que se resiste a ser silenciado. Apoyar a las bandas locales no es una opción caritativa, es el único modo de que nuestra ciudad no se transforme en un desierto de ruidos vacíos. El rock no se muere mientras haya un grupo como Soporte 68 dispuesto a enchufarse, subir el volumen y romper la noche al medio. Porque en esta República, esa pasión es lo único que nos mantiene vivos. Y hoy, Soporte 68 suena más fuerte que nunca.


Soporte 68: Radiografía de la banda:

  • Alineación: Emanuel Parzón (batería), Valentino Barlatay (bajo), Gonzalo Miranda (guitarra), Agustín Lauria (guitarra), Ciro Bagalá (voz y guitarra).
  • Fecha de nacimiento: 18 de diciembre de 2024.
  • La cita: 27 de diciembre, en vivo para la República del Rock.

RADIO LS2 BARADERO – 2025 – Una producción por Jazmín Abdala

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *