Pasan los días y la condición de los vecinos que se encuentran en el predio del alguna vez llamado “campo en pleito”, siguen construyendo, como pueden y con lo que pueden, sus viviendas.
Ayer por la tarde, cuando era visible la silueta de los aviones que partían y llegaban al cercano campo de vuelo del Aero Club, en el terreno ocupado se oían golpes de martillo y de machete que provenían de quienes seguían tratando de hacer lo más confortable posible sus casitas de pobres en las que la salamandra en el mejor de los casos y el brasero, se ocupan de aportar algunas calorías al húmedo y frío ambiente, mientras el nailon, colocado en toda la superficie, intenta evitar que el calor se fugue.
Octavio se arregla con su esposa y cuatro hijos en los dos ambientes que pudo armar. Ariel de 26 años y Olga de tan sólo 20, componen un matrimonio que tiene la casa quizás más avanzada en su construcción, cosa que tal vez se explique si decimos que Ariel es albañil. Ambos desean pagar su terreno, pero debieron acampar donde ahora están ya que el alquiler que les exigían les resultaba de pago imposible.
Pese a la complicada realidad que atraviesan los acampantes, no se escuchan quejas de sus labios. Solamente si se les pregunta nos dicen que no tienen agua corriente, que la que disponen deben buscarla de una casa en construcción ubicada sobre calle Jorge Newbery, frente al terreno que ocupan, tampoco disponen de energía eléctrica ni reciben la visita de personal de la asistencia social.
Violentos
En nuestra visita de ayer nos pudimos enterar que un par de violentos, aparecieron de improviso el sábado por la noche y dieron fuego a una de las precarias casillas que, construida en nailon y maderas, ardió rápidamente. Todo ocurrió de manera tal que nada pudo hacer la policía que vigila apostada sobre un patrullero y que se mantiene en forma permanente en el lugar desde el inicio de la ocupación de los terrenos.
La enfermera
Uno de los vecinos nos dijo que hay una enfermera que, en una pequeña moto y, según cree el declarante, nada más que por su propia cuenta, recorre las casillas en busca de los pequeños para aplicarles las vacunas necesarias.
En una de las redes sociales, hace unas horas pudimos leer esta frase que alguna vez dijera Sigmundo Freud, el padre del psicoanálisis: “La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”. Seguramente esa enfermera aportará algo de eso que, digámoslo, no cuesta dinero, sólo un corazón sensible y buena disposición.
No hay agua, no hay luz, no hay asistencia y sobra frío. Menos mal que llegan algunas palabras bondadosas. (Fuente y foto: El Diario de Baradero)
Olga y Ariel, a las puertas de su pequeña casilla.
Al fondo, entre las dos casillas, se ve la casa en construcción de la que se surten de agua los vecinos acampados.
Una vista panorámica del predio ocupado.
La casilla que ardió el sábado a la noche.