La Columna de Samir Nasif – 17 de agosto: Diez segmentos para recordar a José de San Martín

  • El nacimiento

Fue el menor de cinco hermanos. Nació el 27 de febrero 1778 en Yapeyú, territorio donde hoy en día es la provincia de Corrientes pero que, en aquel momento, se encontraba poblado por misiones guaraníes. Su madre fue Gregoria Matorras, una española nacida en la provincia de Palencia, del reino de Castilla y León. Su padre, Juan de San Martín, llegó a la entonces gobernación del Río de la Plata en 1774. Era un militar que había sido nombrado para administrar las reducciones de indios que anteriormente estaban bajo control jesuita, expulsados éstos de los reinos españoles por orden del rey Carlos III en 1767.

  • Su formación política y militar

En 1784, Don Juan de San Martín regresó a España junto con su familia. Una vez ahí, el pequeño José siguió la carrera militar del mismo modo que su padre. Primero fue en Málaga; luego en Madrid, en el Real Seminario de Nobles, donde aprendió latín, francés, alemán, gramática, esgrima, entre otras cosas; y, en 1789, ingresó al regimiento de Murcia como cadete. En 1808, el rey de España Fernando VII fue apresado por Napoleón, lo que provocó una crisis en la monarquía española sin precedentes. En el marco de la resistencia a la avanzada de los ejércitos napoleónicos, José de San Martín participó en diecisiete contiendas militares en filas del ejército español, en varios escenarios distintos. También, la crisis política que se desató, al no haber un legítimo rey en el trono, provocó la reunión de Juntas de gobierno en muchas ciudades de España, algo que también se llevó a cabo en América. En ese contexto de emergencia, San Martín adquirió también experiencia en el terreno político, incorporando las voces de los ilustrados contemporáneos que se encontraban de manera corriente en las discusiones sobre el gobierno.

  • A las órdenes de William Beresford

Una de aquellas contiendas militares en las que participó fue la batalla de La Albuera, en las proximidades de la ciudad de Badajoz, en mayo de 1811. Combatió bajó las órdenes del general inglés William Carr Beresford, el mismo que lideró unos años antes las llamadas invasiones inglesas a Buenos Aires. Esa batalla, que juntó en el mismo bando a nuestro máximo prócer y a uno de nuestros verdugos extranjeros, fue en el marco de una alianza entre Portugal, Inglaterra y España contra los ejércitos de Napoleón que avanzaban en Europa tras haberse consolidado en Francia.

  • Entre masones y revolucionarios

En esa campaña conoció a un noble escocés llamado James Duff, quien lo introdujo en el mundo de las logias secretas. Hizo contacto, a partir de allí, con círculos liberales y revolucionarios que simpatizaban con la independencia americana. Las logias con las que mantuvo vinculación a lo largo de su vida no fueron estrictamente masónicas, sino que eran más bien grupos revolucionarios que tomaron como base de su organización algunos elementos y símbolos masónicos, funcionales a su carácter de sociedad secreta.

  • La Logia Lautaro

En 1811 renunció a su carrera militar en España y viajó a Londres, donde se encontró con Carlos María Alvear y Tomás Guido, con quienes creó la famosa Logia Lautaro. El nombre “Lautaro” de la logia se debía a un indígena mapuche que en el siglo XVI se enfrentó a los españoles durante la guerra de la Araucanía, en la que capturó y asesinó al conquistador Valdivia. Dicha Logia simpatizaba fuertemente con la independencia americana y fue esto lo que lo llevó a tomar la decisión de embarcarse, en 1812, de vuelta a suelo americano. Otros miembros significativos para nuestro proceso revolucionario fueron Bernardo de Monteagudo y Juan Martín de Pueyrredón. En octubre de 1812, los miembros de la Logia organizaron un golpe destinado a derrocar el Primer Triunvirato, un gobierno que ellos juzgaban como “poco proclive a buscar la independencia”. Así, se nombró un Segundo Triunvirato formado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte. Este nuevo ejecutivo ascendió a San Martín al grado de coronel y lo designó Comandante de Granaderos a Caballo.

  • La Patria Grande: el estratega militar

El plan independentista de San Martín era de escala continental: lo que le interesaba era que toda américa se desprenda de una vez por todas del yugo español. Esto se vio plasmado en sus exitosas campañas en Chile y en el Alto Perú, en donde demostró ser un gran estratega militar. Luego de su éxito en la batalla de San Lorenzo (febrero 1813), fue nombrado jefe del Ejército del Norte en reemplazo de Manuel Belgrano. Se dio cuenta de que era imposible vencer militarmente al bando realista atacando por la tradicional ruta altoperuana, y decidió emprender otra estrategia: atacar Lima desde el océano Pacífico, para lo que debía cruzar la cordillera de los Andes y avanzar desde Chile. Pero, para impulsar semejante empresa, debía luchar en nombre de un país independiente. En este sentido, fue quien más presionó a los diputados reunidos en el Congreso de Tucumán para que declarasen la independencia de las Provincias Unidas de Sud-América. Como militar de la independencia americana lideró el Ejército de los Andes, del Perú, de Chile, y creó el Regimiento de Granaderos a Caballo, encargados de custodiar las costas del río Paraná y evitar la avanzada realista por esos espacios.

  • Durante sus gloriosas campañas no era querido en Buenos Aires

Mientras proyectaba y llevaba a cabo su Plan Continental, en Buenos Aires no tuvo grandes apoyos políticos. Cuando regresó de sus expediciones americanas, no fue recibido con entusiasmo. De hecho, en 1823 pidió desde Mendoza regresar a Buenos Aires para estar con su esposa enferma y Bernardino Rivadavia se lo negó argumentando que no era conveniente para él. Sin embargo, decidió viajar igual, aunque, al llegar, su esposa Remedios ya había fallecido. Una vez en Buenos Aires, tal como le había advertido Rivadavia, fue acusado de traición y conspiración, ya que había recibido orden del gobierno porteño de reprimir montoneras federales del interior y San Martín no lo hizo. Fue a partir de allí, y del escenario de luchas internas entre unitarios y federales, que decidió marcharse a Francia, junto con su hija Mercedes, el 10 de febrero de 1824.

  • Un frustrado regreso al país

En 1829 intentó regresar a Buenos Aires. Su idea era permanecer en incógnito, pero fue descubierto. Un antiguo soldado suyo, el general Juan Lavalle, había derrocado y fusilado al gobernador Manuel Dorrego. Lavalle, enterado del arribo de su antiguo jefe militar, le ofreció ser gobernador de Buenos Aires, pero San Martín se negó alegando que no “desenvainaría la espada para combatir a sus paisanos”, en clara alusión al contexto de tensión entre unitarios y federales.

  • Su vejez en Francia

Después de algunos meses en Montevideo, regresó a Francia, en donde vivió hasta el final de su vida. Cuando estaba radicado en París, se pudo sostener económicamente siendo tutor de los hijos del marqués de las marismas del Guadalquivir, un importante banquero español. Durante sus años de vejez recibió la visita de varios jóvenes liberales americanos, como Juan Bautista Alberdi, en 1843, y Domingo Faustino Sarmiento, en 1845. En marzo de 1848 se trasladó a la ciudad costera de Boulogne-sur-Mer, tras el estallido de la revolución en París. A la edad de 72 años, falleció en esa localidad un 17 de agosto de 1850.

  • Su muerte y sus últimos gestos

En su testamento, fechado el 23 de enero de 1844, dejó en claro que no se hiciese funeral, pero sí que su corazón “desearía que fuese sepultado en Buenos Aires”; que su famoso sable corvo, el que usó en las batallas de Chacabuco y Maipú, fuera entregado al gobernador porteño Juan Manuel de Rosas “como una prueba de la satisfacción que he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que intentaban de humillarla” (a raíz de los acontecimientos suscitados por esos años en la Vuelta de Obligado). Al firmar el documento, colocó en primer lugar su título de generalísimo del Ejército del Perú. Sus restos descansaron en la cripta de una basílica de Boulogne-Sur-Mer hasta que falleció su hija Mercedes. En 1875, siendo presidente Nicolás Avellaneda, se creó una comisión encargada de la “repatriación de los restos del Libertador”, lo que finalmente se produjo el 28 de mayo de 1880.

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