La misa de Corpus Christi será mañana domingo a las 16 hs en la Parroquia Santiago Apóstol conjuntamente con los fieles de la Parroquia de Luján y luego se hará la procesión por las calles de Baradero.
No nos convoca una idea, nos convoca la presencia viva de Jesucristo como Pan de Vida, centro de nuestra comunión y fuerza misionera de la Iglesia. La Eucaristía es pan que nos alimenta en nuestro camino y vínculo de comunión eclesial. Es presencia que nos fortalece y es anticipo que nos hace gustar la plenitud de nuestra esperanza.
En la Eucaristía nuestro tiempo es tiempo de Dios. Ella no nos saca del mundo, nos consagra en la verdad (cfr. Jn. 17, 15) y mantiene viva nuestra vocación en el mundo.
Qué triste cuando la celebración de la Eucaristía dominical se privatiza en un acto de piedad individual, y no nos hace partícipes en la vida y misión de la Iglesia. No vamos a Misa sólo a cumplir con un precepto, vamos a participar y testimoniar nuestra condición de miembros de Cristo en la vida de la Iglesia. No es coherente la imagen de una vida de fe que se alimenta de la Eucaristía, y la realidad de comunidades apostólicamente débiles.
La vivencia eucarística que da sentido a la vida cristiana, adquiere una fuerza particular cuando hablamos de la Familia. Eucaristía y Familia, aunque las podamos distinguir, pertenecen al proyecto de Dios. Así como la Eucaristía tiene su fuente en el amor del Padre que: “tanto amó al mundo, que le entregó a su Hijo único” (Jn. 3, 16); así también la Familia pertenece a ese mismo designio creador y redentor de Dios. Hay una unidad en el plan de Dios que nos permite comprender la dinámica salvífica de su proyecto.
Todo ha sido creado por Cristo y todo ha sido redimido por Él. A ese “todo” creador pertenece la Familia. Por ello, es necesario contemplarla desde esa mirada única y providencial de Dios, que se ha hecho Evangelio de Vida en Jesucristo.
Esto significa no sólo que la fuente de la Familia está en el proyecto de Dios sino que la Eucaristía es, en ese mismo plan y para ella, presencia viva de Jesucristo. Así, la Eucaristía, sostiene su verdad y realización en el tiempo. La Eucaristía no es un lujo, es una necesidad. Este contemplar a la Familia desde Dios que ama y no abandona a sus hijos, debe llevar a los esposos a descubrir la Eucaristía como un don para ellos.
La Familia es “Santuario de la vida”, pero no la dueña de la vida. En el misterio de la vida naciente los esposos participan del amor creador de Dios. Este nuevo ser está llamado a un encuentro personal con Jesucristo y tiene, desde su concepción, un destino trascendente. El contemplar la vida humana desde su origen y destino, nos hace comprender tanto su verdad como nuestra responsabilidad. Cada ser concebido es un ser único para quien ha sido enviado Jesucristo. Vivimos, lamentablemente, una cultura que va vaciando de sentido la relación y el compromiso de los esposos, en su misión insustituible de trasmitir y cuidar la vida.
Ellos son el ámbito providencial para acompañar la vida. Debilitar la Familia es empobrecer el crecimiento integral de nuestros niños y comprometer el futuro de la sociedad. Su defensa y promoción es un acto de valoración y respeto por los esposos, de justicia con la vida y de responsabilidad política en la construcción de la sociedad.
Pienso, también, en el desarrollo de esta vida en la que muchos chicos no llegan a participar de los bienes de la sociedad. Entre estos males vemos la pobreza, que en mundo urbano y globalizado, es antesala de marginalidad con sus tristes consecuencias. No podemos negar los esfuerzos que se hacen y valorarlos, pero estamos ante un acto de equidad que compromete a la sociedad. Pienso, además, en el tema de la droga que avanza y destruye la vida, ante un silencio cómplice y la impotencia de la autoridad.
En la violencia y la inseguridad que son expresiones de una sociedad que no ha prestado atención a la cultura del trabajo y al mundo de los valores, descuidando los ámbitos donde ellos se viven y trasmiten, especialmente la familia y la escuela. En el crecimiento desmedido del juego que es ganancia de pocos, con pequeñas dádivas que tranquilizan la conciencia pública. Parecería que pretendemos construir un futuro sin referencias o contenidos que lo orienten, entreteniéndonos en un presente sin horizontes, creando, así, un estado de vacío y orfandad cultural que compromete el crecimiento, especialmente, de quienes menos recursos y defensa tienen.