Nuestro homenaje al Dr. René Favaloro, un ejemplo de vida con triste fin.
El prestigioso cardiocirujano René Favaloro se suicidó hace 16 años al dispararse en el corazón, agobiado por la crisis que atravesaba su fundación y decepcionado ante la falta de respuestas por parte de las autoridades y de los empresarios.
El 28 de julio de 2000, un día antes de su muerte, Favaloro le envió una carta al entonces presidente Fernando de la Rúa en la que le pedía ayuda para obtener fondos de salvataje por la crítica situación financiera de su fundación, concluyendo la misiva con una frase lapidaria: “Estoy desesperado”.
Entre otras dificultades, la Fundación reclamaba cerca de dos millones de pesos/dólares adeudados por el PAMI, el organismo previsional entonces encabezado por Horacio Rodríguez Larreta.
En otra de las siete cartas que dejó antes de quitarse la vida, a los 77 años, Favaloro condenó la corrupción de médicos, sindicalistas y prestadores.
“Valga un solo ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente)”, explicaba.
“Estoy pasando uno de los momentos más difíciles de mi vida, la fundación tiene graves problemas financieros. En este último tiempo me he transformado en un mendigo. Mi tarea es llamar, llamar y golpear puertas para recaudar algún dinero que nos permita seguir”, escribió Favaloro en una de las cartas que dejó a modo de despedida.
Nacido el 12 de julio de 1923 en el barrio “El Mondongo” de La Plata, e hijo de un carpintero –Manuel— y de una modista –Ida Raffaelli–, Favaloro ingresó a la Facultad de Medicina de Universidad Nacional de La Plata a fines de los años 30. Realizó su residencia en el Hospital Policlínico de la capital bonaerense, donde vivió durante dos años de forma muy austera entre los pacientes que atendía, hasta que se recibió en 1949.
A poco de graduarse, le llegó una carta de un tío, que vivía en la localidad de Jancito Aráuz, en La Pampa, en la cual le contaba que en se pueblo de 3500 habitantes se necesitaban médicos.
Junto con su hermano Juan José puso en marcha un centro asistencial y logró reducir la mortalidad infantil en la zona, al igual que las infecciones en los partos y la desnutrición, todo gracias a campañas de difusión sanitarias que realizaba con la ayuda de las Iglesias, las escuelas y las instituciones intermedias.
En ese entones, Favaloro volvía una vez por año a La Plata, donde además de presenciar algún partido de Gimnasia, el club de sus amores, aprovechaba sus visitas para ponerse al día en materia de conocimientos médicos.
La cirugía toráxica era uno de los temas que más le interesaban, y lo entusiasmaba la idea de viajar a Estados Unidos con el propósito de nutrirse de los últimos avances en materia de intervenciones cardíacas.
Tras 12 años como médico rural, se traslada a Cleveland, y tras trabajar en el tratamiento de las afecciones vasculares comienza a interesarse, en 1967, por la utilización de la vena safena en las intervenciones coronarias. La estandarización de esa técnica sería conocida como bypass, y sus especificidades serían publicadas en 1970 en revistas especializadas de los Estados Unidos.
En 1971, Favaloro retorna al país con el deseo de crear una clínica de alta complejidad similar a los centros asistenciales en los que había trabajado en el exterior. Cuatro años más tarde nace la Fundación Favaloro, donde se formaron más de 450 residentes provenientes de las provincias argentinas y de los países de Latinoamérica.
En 1980, creo el laboratorio de Investigación Básica, dependiente del área de formación de la Fundación, y sobre la base de esta experiencia se creó en 1998, la Universidad Favaloro.
La Fundación atendía afecciones que iban más allá de lo cardiovasculares, y recibía pacientes que eran derivados desde diversas obras sociales.
En 2000, ese emprendimiento médico de excelencia que había creado ese doctor formado en el campo y nacido en los barrios más postergados de su ciudad, acarreaba una deuda de 18 millones de dólares.
El 29 de julio de ese año, se encerró en el baño de su casa y se pegó un tiro en el corazón, hundido en una profunda depresión y “cansado de luchar y galopar contra el viento, como decía Don Ata (en referencia a Atahualpa Yupanqui)”, decía en una de las siete cartas en las que intentaba explicar su decisión.

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