9 de enero de 2013

Para pensar juntos: Los samaritanos en el camino.

La conocida parábola nos sigue motivando e invitando a la bondad. El vocablo bondad, de raíz latina, significa inclinación a hacer el bien. Nadie la pasa exquisitamente a pleno en la vida; hay pruebas de todo tipo y en cualquier tiempo.

¿Quién no lleva una cruz? Ya en el hogar aprendemos a respetar y cuidar de nuestro prójimo, comenzando con los que viven bajo el mismo techo, que en oportunidades es lo más complicado, “porque la vida se ha convertido en un nervio vivo”, como expresa María Fanning: “la caridad comienza en mi casa, y la justicia en la puerta siguiente”, según el escrito de Dickens.

Actitud bondadosa es ponerse mentalmente en el lugar de la otra persona, imaginando sus puntos de vista, situación de vida, realidades felices o dolorosas.

Pero no vayamos muy lejos. Generalmente lo más complicado es practicarlo en nuestra propia familia. El hogar es el campo propicio para aprender y ejercitarnos a ser generosos y gentiles. Si los papás se respetan, se animan mutuamente y elogian las actitudes correctas de sus hijos, se proyecta y construye un futuro de cooperación y sana convivencia. Lo mismo sucede en el ambiente de trabajo.

En cada tarea tenemos oportunidades posibilidades para ser amables y respetuosos con los superiores, compañeros de labor, con los inferiores y clientes… Ser bondadosos en la comunidad donde vivimos, ayuda a crecer. Colaborar en emprendimientos barriales, consolar a los que sufren, compartir problemas, alegrarse con los que se alegran, saludar e interesarnos por todos, nos ayuda a realizarnos; y además, no cabe duda de que estos gestos de bondad contagian.

Viene bien recordar aquí lo que escribía San Pablo a los Efesios: “Sean buenos y compasivos unos con otros, y perdónense unos a otros, como Dios los ha perdonado a ustedes en Cristo”. (Efesios. 4,32)

Debemos esforzarnos por tener tiempo, ser solidarios con todos, dispuestos a ayudar en el momento justo, actitud que anima y reconforta al que pasa un momento difícil. “Feliz el que se compadece de los pobres”, nos enseña el libro bíblico de los Proverbios (Prov. 14, 21).

Practicar la bondad siempre, no es fácil. Chesterton nos lo aclara en una frase: “Ser bueno es una aventura mucho más grande y atrevida que la de dar la vuelta al mundo en un barco a velas”.

Todos somos distintos. Ya sea por la edad, formación, por nuestra historia personal, nuestro origen y costumbres. Enseña San Francisco de Sales que “las buenas ensaladas tienen más aceite que vinagre y sal”. Podemos agregar que la bondad es como el aceite que evita muchos chirridos y estridencias en los vaivenes diarios.

Cuando realizamos una obra caritativa nos sentimos mejor, a la vez que ayudamos a otros, y por supuesto nuestro testimonio impulsa al prójimo a responder con actitudes bondadosas.

La parábola del Buen Samaritano que nos redacta el evangelista San Lucas, es un famoso ejemplo de bondad ¿Por qué? El escritor Morton Hunt dice: “Ese samaritano vio a la víctima como a un vecino, un amigo y lo trató como tal, a costa de su tiempo, esfuerzo, dinero y sin ninguna recompensa aparente”.

Pero alguien puede decir que es una parábola; Cristo estaba enseñando cómo la gente se debe comportar, no cómo se comporta. Nadie duda que si queremos podemos aprender mucho aún. Y qué noble ser cada día más bondadoso; ser cada día un Buen Samaritano en el camino de la vida.