Para pensar juntos: Amistad y Matrimonio; Trabajo y Descanso

“Pensemos en una amistad. Se han conocido dos personas y se han agradado. Han descubierto comunidades de opinión y de gusto, la simpatía se ha desarrollado y cada uno confía en el otro. Piensan que su vínculo es seguro y viven sin más preocupación. Pero, como es obvio, existen entre ellos diferencias que poco a poco van cobrando vigencia. Surgen malentendidos, enojos, tensiones. Pero ninguno de ellos busca la base donde residen realmente, esto es, en la propia seguridad de sí mismos y en la propia dejadez, y al cabo de poco empiezan a ponerse nerviosos mutuamente. Desaparece la tranquila confianza y poco apoco se deshace todo.

Para que dure una amistad debe haber una vigilancia sobre ella.; algo que la resguarde. Cada cual debe dar lugar al otro para que sea precisamente el que es; cada cual debe hacerse consciente de sus propias faltas y ver las del otro con ojos de amistad. Quererlo, y también lograrlo contra la suspicacia, la pereza, la estrechez de la propia naturaleza, es también ascetismo.”

Pensemos en el matrimonio. “¿Por qué tantos matrimonios se vuelven mudos y vacíos? Porque en cada uno de los dos domina la idea básica de que se trata de la felicidad, o sea, piensan que cada uno de los dos se puede satisfacer consumiendo simplemente su propia vida.

En realidad, el auténtico matrimonio es estar unidos en la existencia; es ayuda y fidelidad. Matrimonio significa “que el uno lleve las cargas del otro”, como dice san Pablo (Gal 6,2). Así que sobre él debe velar una responsabilidad nacida del espíritu. Una vez y otra debe el uno aceptar al otro como es; debe renunciar a lo que no puede ser. Debe prescindir de las embusteras imágenes de cine que destruyen la realidad del matrimonio y saber que tras el encuentro mutuo del primer amor es cuando empieza la tarea verdadera. Que el auténtico matrimonio, pues, solo puede existir por autodisciplina y superación. Entonces se hace auténtico, capaz de generar vida y entregar vida al mundo”.

Pensemos en el mundo del trabajo. “Alguien emprende una empresa, empieza un trabajo, algo que sea propio de su profesión. Supongamos el mejor caso, esto es, que esté en su auténtica vocación, que pueda hacer aquello para lo que está dotado, y que lo haga a gusto. Ante todo, tiene gozo por la cosa y pone en juego todas sus fuerzas.

Quizá ya sería necesario que alguien le dijera que ha de mantenerse en la medida de lo posible sin exagerar nada. Y ocurre que, al cabo de poco tiempo se hunde la tensión, y tanto más rápidamente cuanto más violenta fue la puesta en marcha, pero las tareas continúan. ¿Qué será de ellas, si sólo “el gozo de vivir”, el gusto del trabajo, la alegría del éxito, es lo que las sostiene? Entonces se empieza por tener indiferencia, pronto repugnancia y finalmente todo se deshace.

Ninguna obra prospera si no hay por encima de ella una responsabilidad a partir de la cual el hombre hace su trabajo con fidelidad y autosuperación”.

Pensemos en el descanso. “Quien va mucho al cine pierde el buen gusto a ese gran espectáculo: ya no lo comprende. Entonces debe preguntarse qué quiere y elegir, dejar a un lado la excitación superficial de la película para tener la capacidad de percibir lo más valioso, o para recobrarla quizá, o quedarse con aquella y convencerse a sí mismo de que es el arte apropiado para la época; que necesita relajarse; que por la tarde, después de la fatiga del día, no se puede hacer ya el esfuerzo que requiere el teatro, y así sucesivamente… Quien constantemente está con gente y habla y discute, pierde la capacidad de estar consigo mismo y , con ello, todo lo que sólo ahí se manifiesta. Una vez más se trata de elegir. Y costará alguna superación dominar la inquietud que nos arrastra hacia fuera.

En esta vida, que solo dura unos pocos años tan veloces, el hombre que quiera extraer lo preciso que pueda contener ha de saber que se trata sólo de que renuncie a lo menor para poder tener lo mayor”.