Se suicidó tras sufrir un “experimento antigay”

Kirk Murphy se ahorcó a los 38 años, luego de que su familia lo envió desde los cinco a formar parte del “tratamiento”, financiado por el gobierno de California, en el que trataron de “curar” su comportamiento afeminado. “Prefería jugar con muñecas y eso no era típico de un chico”, explicó la madre.

Para sus padres, Kirk tenía un comportamiento excesivamente afeminado. “Prefería jugar con muñecas y le encantaba acariciar el pelo. Creí que eso no era típico de un niño”, explica su madre Kaytee. “Entonces vi un anuncio en televisión en el que un psicólogo buscaba reclutar niños afeminados para meterlos dentro de un programa financiado por el Gobierno de California, y pensé, mejor ahora que cuando sea más difícil solucionarlo”.

A partir de ahí, comenzó un verdadero infierno para. Sentado en una sala con un espejo, este pequeño de cinco años tenía que elegir entre juguetes “masculinos” y para niña. Si su elección tenía cuatro ruedas o un gatillo, era felicitado por su madre, que le profesaba su amor. Si, por el contrario, le apetecía más jugar con muñecas, su madre lo ignoraba por completo.

Pese a llorar incisamente, la madre cumplía a rajatabla las directrices impuestas por el doctor George Rekers, el encargado de hacer de este niño un hombre rudo de pelo en pecho. En el experimento, Kirk también tenía deberes para casa. Cuando el niño hiciese algo de chico, los padres tenían que darle una ficha de póquer azul y, si hacía algo de niña, una ficha roja. Luego venía el recuento. Caramelo de recompensa si sobre la mesa se contabilizaban más fichas azules que rojas, o golpiza si ganaba el rojo.

Luego de 10 meses, el doctor Rekers creyó que Kirk ya estaba salvado y que crecería como un hombre sano, pero la verdad era muy distinta y el chico nunca volvió a ser como era antes. Además, el sistema de recompensas y castigos por hacer cosas de niños o de niñas continuó durante mucho tiempo en su casa.

Kirk creció y tuvo una exitosa carrera en las Fuerzas Armadas “pero jamás fue feliz”, cuenta su hermana pequeña. “Kirk siempre ha creído que era una persona diferente a los demás, un muñeco roto que no encajaba. Durante tres años comió su almuerzo en el baño para no cruzarse con nadie…”, explica.

Ahora, su familia culpa al doctor Rekers de su muerte, quien dijo en su defensa “sólo quería ayudar. No se me puede culpar de su muerte”. Poco después de que Rekers dejase de tratar a Kirk se convirtió en un conocido activista contra los homosexuales. Sin embargo, el año pasado fue fotografiado en el Aeropuerto Internacional de Miami con un hombre al que le pagaba para mantener relaciones sexuales.

Fuente: infobae.com