Por Alfredo Grande (APe).- Hay una cuestión en relación con los deberes. Y no me refiero a la tarea para el hogar, que nuestros maestros de la primaria nos daban para hacer y que fueron formas artesanales de control social. La cultura represora hace culto del cumplimiento del deber, sin cuestionar de qué deber exactamente se trata. Se agradecen los servicios prestados, y se agradecen a los servicios que sigan prestando sus deberes. Una de las indudables ventajas del denominado fuero penal es que en su afán de tipificar delitos, neutraliza los determinantes históricos, políticos y sociales que los propician. Incluso la evaluación sobre la imputabilidad implica determinar la conciencia sobre el bien y el mal, ambos pensados en un sentido puramente abstracto. O sea: el derecho no tiene sujeto, apenas individuos, y en la mayoría de los casos, solamente leyes y códigos de procedimiento. Por eso se pretende que la justicia sea ciega, totalmente sorda a los reclamos de las víctimas y con un lenguaje tan críptico que más le valiera ser muda. En una infeliz coincidencia, la baja de imputabilidad es directamente proporcional a la suba de impunidad. Tenemos una endemia de un dengue democrático que se ha extendido gracias a la proliferación de lo que denominaré el SICOPOL. O sea: el síndrome del converso político. Con episodios agudos denominados borocotización. Otros más elaborados y sostenidos en el tiempo, y popularizados como “cooptación”. La democracia en su versión reactiva, denigra aquello que propicia. El neoliberalismo, los marrones 90, tienen sus propios retratos de Dorian Gray que se deterioran mientras los actuales protagonistas de los minutos de los pueblos hacen semblante de alegría, felicidad, paz, confort, confianza, esperanza e infinito amor. Tercerizados abstenerse. Una de las conquistas más preciadas de los 90 fue pulverizar la idea de sujeto social histórico para hacer un formateo egoísta y privatizado que denomino “individuo de deseo”. Tiempos donde las organizaciones de la derecha privatizadora y cipaya tuvieron su propio turco de Troya para entrar por la puerta grande y agrandada del menemismo triunfador. Pero si el cartero llama dos veces, la derecha democratizada por oportunismo y rufianismo, llama algunas veces más. ¿Cómo se construye luego de más de 25 años de democracia un Pedraza? Si el asesinato organizado de Mariano Ferreyra involucra a asesinos sindicalizados y a copartícipes necesarios de una fuerza de inseguridad, ¿no será necesario pensar que el Código Penal en el mejor de los casos opera sobre los efectos, pero que nada tiene para decir sobre las causas? Y que en el supuesto alucinatorio que “será justicia”, será una justicia neutralizada de política, historia, y desde ya, despojada de lucha de clases. Será pequeña justicia para hoy e impunidad para mañana. Decir que hubo inacción policial roza la insoportable pesadez de la complicidad. Lo que hubo es una acción destinada a garantizar el apriete y el asesinato. Y esto no es un tema jurídico, debería ser el comienzo jurídico de un análisis político institucional al estilo de la inolvidable Z de Costa Gavras. En este macabro telón de fondo, aparecen las flores que impiden ver bosques y glaciares. El cartero sigue llamando y entonces desde el mismo chiquero que el chanchito y la chanchita supieron abrevar, surge el candidato para todos. La crítica sonriente de su pasado, el trasvasamiento generacional cuidadosamente gerenciado, el elegante pas de deux que deja a las vértebras de la columna calientes e indignadas, se prolonga con las bizarras colaterales de los candidatos oficiales, secundados por vices que no serán comisarios políticos, según sus dichos porque en realidad serán virreyes (según sus no dichos). Desde mi propia implicación ciudadana, los afiches que dicen: “el gobierno nacional y la ciudad trabajando juntos” promocionando con imagen las candidaturas de Cristina y Daniel (¿Por qué a la Presidenta se la llama por el nombre y a los funcionarios por el apellido?) Queda claro, al menos para mí, que el requisito para trabajar juntos es el triunfo del candidato del Frente para la Victoria, y que todas las otras opciones serán para la ciudad un Contra Frente para la Derrota. Claro, no es lo mismo un pas de deux que una lambada. El retroprogresismo se paga de sutilezas, de gestos, miradas, insinuaciones, pero a buen entendedor, pocas pavadas. La brutalidad del fascismo de consorcio del Jefe de Gobierno es funcional al retroprogresismo del oficialismo. De la misma forma que Aguilar es funcional a Pasarella y a Grondona. Siempre conviene tener un “adulto de los azotes”, para que el justo castigo siempre llegue a culo ajeno. Pero para quebrar este “individualismo de deseo” la crítica a la partidocracia debería conducir a la construcción de partidos políticos con fuerte fundamento de clase, que permitan defender intereses y deseos genuinos. Sin embargo, la opción no ha sido por los pobres partidos, sino para los ricos y famosos. Incluso en la CABA (caba con b larga) el debate sobre el candidato a Jefe de Gobierno no fue realizado en ningún ámbito partidario. Fueron designados tres mosquiteros y luego, en una versión transversalizada del ta te ti, se designaron dos para la ciudad y uno para el país. Lo curioso, realmente curioso, es que el candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad y el designado candidato en la fórmula del Poder Ejecutivo, tienen un fuerte pasado noventista. Ley de educación Superior y Ucedé. Es el momento donde termina el culto a la memoria histórica y empieza el rezo a San Alzheimer. Por supuesto que todos, o casi todos, podemos cambiar. Pero cuando la conversión implica una brutal ganancia de poder, hasta el diablo desconfía. Qué fácil es olvidar que la privatización de YPF fue posible por el apoyo del entonces Gobernador de Santa Cruz. Como dirían Gary Grant y Debora Kerr, es realmente “algo para recordar”. Pero no se recuerda, porque como hay peores que los malos, éstos hasta pueden parecer buenos. De todos modos, el corazón tiene razones que la economía no entiende. Y mi corazón no se conmueve por la privatización de las AFJP del que fuera seguidor del chanchito liberal. Reprimir en la subjetividad el pasado delator, no es lo mismo que una oportunista evolución conceptual. La irresistible ascensión del Amado, primero como promesa ciudadana, y luego como vice, me parece el triunfo total de la lógica represora del “individualismo de deseo”. Es la destrucción absoluta de los partidos políticos, especialmente aquellos que no pueden ser irresistiblemente masivos, y el retorno de un neo feudalismo donde la rostridad es razón de Estado. Es el peligroso pasaje del ideal a la idealización, que algunos llaman culto (siempre reverencial) a la personalidad. Es tiempo de entender que lo electoral es un analizador de lo cultural. La ayuda de la asignación universal es otra de las paradojas que la cultura represora sostiene. Es una ayuda importante, pero asignada. Un poder que asigna, que condiciona, que estimula, que desalienta. Pero los asignados de hoy no ejercen su derecho a trabajos que permitan la satisfacción inmediata de las necesidades básicas. Reciben una asignación, propiciando la resignación que impida la temida indignación. La soberanía popular vulnerada, mientras se vocifera su vigencia. No es menor lo que se recibe, pero son de un verticalismo retroprogresista los mecanismos por los cuales se realiza la entrega. Espero que el próximo slogan electoral no sea: televisores, tuco y pesto. La electrónica no se come, y el hambre no se combate con computadoras que no son aptas para el consumo humano. Pero es difícil resistir el efecto de atracción del amor. Más que a un acto ciudadano, asistiremos a una fiesta de casamiento . Los abrazos para el que aparentemente nada sabía de su fortunio, una especie de pogo para la victoria, nos hablan a los gritos de algo que nunca hubiera querido escuchar: como el amor es más fuerte, la fórmula del oficialismo será AMADA AMADO. Y el que no ama, es un gorilón.
Según el relato de quien firma la nota, lo único que nos queda es pegarnos un tiro.
Es puro diagnóstico, sin propuesta. Y un diagnóstico bastante sesgado.
Reniega de la asignación universal y de la estatización de las AFJP, pero no aclara que habría que hacer para poder lograr el mismo nivel de inclusión.
Me gustaría saber que opina sobre las opciones Duhalde, De Nárvaez, etc.etc.